Los tiempos modernos exigen cada vez más de nosotros, las horas del día a veces parecen no alcanzarnos. Atrás quedaron aquellos días en los que podíamos tomar con calma el desayuno antes de salir de casa y tomar dos horas para comer antes de volver a la oficina.
Ahora, las distancias, el implacable tráfico y el ritmo de vida nos orillan a desayunar (cuando tenemos tiempo de hacerlo), lo primero que encontramos en el refri o lo que nos encontramos camino a la oficina.
Y a la hora de la comida, la historia no es muy diferente, la mayoría de los días sacrificamos parte de ese tiempo destinado a la alimentación para otras tareas como ir al banco, a la estética, de compras o terminar ese reporte que “urge para hoy”, ¡Ufff!
Así que al final dejamos en un segundo plano nuestra alimentación, cambiando así una dieta balanceada por lo más rápido y práctico, que generalmente no suele ser lo mejor.
En consecuencia, durante el resto de la tarde comienzan a aparecer los molestos malestares digestivos causados por un desequilibrio de las bacterias de nuestro intestino y que se pueden mejorar con el consumo de probióticos exclusivos para el cuidado de la salud digestiva
Pero… ¿Por qué no ganar definitivamente esta guerra? ¿Por qué no actuar de una buena vez contra eso que no nos deja sentir del todo bien y nos incomoda? ¿Es posible?
Sí. Lo primero que tenemos que hacer es trazar una estrategia, identificar cuáles son los problemas que nos impiden tener una alimentación adecuada y los factores que nos causan el malestar.
Busca definir horas para comer y cúmplelas, levántate 20 minutos antes y prepara algo para desayunar, eso es primordial porque además de que es de las comidas más importantes del día, tu organismo comenzará a trabajar desde temprano y no estarás muriendo de hambre en el camino.
El segundo paso es aliarnos y equiparnos de esas herramientas que nos ayudarán a conseguir nuestro objetivo, con las armas adecuadas será mucho más sencillo ganar terreno día a día hasta tener una salud digestiva constante.
Ya sabemos que debemos de beber agua y una forma sencilla de hacerlo es distribuir el consumo de 8 vasos de agua simple en tu día, por ejemplo: al despertar, en el desayuno, en tus snacks, en la comida o antes de irte a dormir.
Verás que puede ser más fácil de lo que parece.
Por las tardes, después de comer, puedes incluir una manzana o una pera que además de matar el hambre y la ansiedad te proporcionará fibra y vitaminas. Los fines de semana compra una dotación que te sirva para toda la semana y llévatelas al trabajo, asegúrate que no se queden de adorno en tu frutero.
Incluye un yogur diariamente por la mañana o como colación a medio día para fortalecer a tu aparato digestivo, consume uno que incluya probióticos, ayudarás de forma natural a tu organismo a mantener el equilibrio de tu flora intestinal y, al cabo de unos días, además de que amarás su sabor, notarás la diferencia.
Parte del problema de la indigestión es la cantidad de horas que pasamos sentados. Usa las escaleras en lugar del elevador y procura caminar más de lo habitual. Puedes bajar una app para contar los pasos, 6 mil pasos sería lo ideal y a partir de 10 mil estarás quemando calorías.
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Así que ya lo sabes, ganar esta batalla está en ti y puede ser más sencillo de lo que crees si eres constante y logras convertir estas acciones en un hábito.
¿Consideras que tus hábitos alimenticios son sanos o te mal pasas?