La meningitis no es propiamente una enfermedad, sino más bien un síntoma que hace referencia a la inflamación (“-itis”) de las membranas (meninges) que rodean el cerebro y la médula espinal.
“Puede ser provocada por una serie de agentes patógenos, entre los que se incluyen el meningococo, el neumococo y la bacteria haemophilus influenzae”, afirma Mike Catchpole, científico principal del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades.
Los niños pequeños tienen mayor riesgo de contraerla debido a que su sistema inmunitario es más vulnerable a las infecciones. Sin embargo, los adultos, en particular los mayores, también pueden contraerla.
Si presentas alguno de estos síntomas, acude al médico de inmediato: una meningitis no tratada a tiempo puede ser mortal en cuestión de días.
Para confirmar la sospecha de meningitis se practica una punción lumbar que toma una muestra de líquido cefalorraquídeo, cuyos indicadores advierten de la existencia de inflamación.
El médico también hará pruebas sanguíneas para saber si la infección es bacteriana o viral. En caso de un virus, es poco probable que la meningitis derive en problemas duraderos, y quizá desaparezca por sí sola en un par de semanas al descansar y beber muchos líquidos.
En cambio, en el caso de una bacteria, será necesario tratarla con antibióticos inmediatamente, ya que puede provocar una respuesta inflamatoria aún más grave que podría ejercer una presión excesiva en el cerebro y la médula espinal, causando daños cerebrales y medulares o incluso la muerte.
El paciente debe permanecer en el hospital para ser supervisado, y es probable que se le administren esteroides para reducir la inflamación cerebral.
La meningitis se propaga mediante la tos, estornudos y besos, así como al compartir cubiertos, cepillos de dientes y otros utensilios. (Por suerte no es común: la versión viral afecta aproximadamente a 10 de cada 100,000 personas, y la bacteriana incluso a menos).
Si te lavas las manos con frecuencia puedes prevenir la transmisión. También existen vacunas, muchas de las cuales se administran en la infancia, contra patógenos específicos.
Los adultos pueden pedir que les apliquen la vacuna del neumococo (PCV13 o PPSV23). Ambas protegen contra los tipos de bacterias que provocan meningitis y neumonía en los adultos.
Debido al aumento de las probabilidades de contraer bacterias resistentes a los antibióticos, hoy día la vacuna de prevención es más importante que nunca.
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