Metidos en apuros
El departamento de soporte técnico de la empresa donde trabajas puede ser tu mejor aliado. No arruines esto haciendo peticiones absurdas como las siguientes llamadas telefónicas reales a un centro de atención de problemas técnicos:
• “¿Cómo puedo sacar una semilla de ajonjolí de mi teclado?”
• “¿Podrían venir a conectar este cable por mí?”
• “Mi teléfono celular cayó en el escusado. ¿Qué hago?”
• “¿Cómo puedo copiar algunos programas piratas?”
• “El portavasos de mi coche se rompió. ¿Pueden arreglarlo?”
• “Me gustaría poder descargar todo los contenidos de Internet para llevarlos conmigo adondequiera”.
Fuente: Robert Half Technology
Cuando un colega mío de la empresa donde trabajaba fue enviado al extranjero a cumplir un servicio en el Ejército, en la puerta de su oficina nuestro jefe pegó esta nota: “Salió a dar una vuelta. Volverá en 12 meses”
Joyce Huang, Estados Unidos
Al grano
En la fábrica donde trabajaba yo había un joven empleado polaco. Yo siempre lo había llamado Justin, pero un día él me corrigió.
—Me llamo Justinas —dijo.
—Ay, perdón —repuse—. ¿Hay alguna manera corta o cariñosa en que te pueda llamar?
—No.
—Bueno, ¿cómo te llamaba de niño tu mamá? —insistí.
—Hijo —respondió.
R. Winter, Reino Unido
Un día, cuando trabajaba yo en una biblioteca, una usuaria me confesó que tenía un libro que debía haber devuelto hacía mucho tiempo. Me explicó que una tarde, antes de salir a la calle, dejó el libro sobre la mesa de centro de su sala. Cuando se marchó, el ave que tenía como mascota, y que al parecer se movía libremente por la casa, se comió parte de la portada. Temerosa de afrontar la situación, la mujer había retrasado la entrega del volumen; entonces, muy sonrojada, me dio el libro. Al ver la portada no pude evitar sonreír: la única parte de ella que el ave se había comido era una foto de un platón de frutas y verduras.
Arthur Knight, Canadá
Una colega mía me pidió que llamara a la Sociedad Protectora de Animales porque estaba segura de que había un cachorrito atrapado entre las paredes o debajo del edificio donde ella vivía.
Al día siguiente su angustia desa-pareció, pues se dio cuenta de que el “perrito” que oía era el Asistente de Office que aparecía en la pantalla de su computadora.
Sarah Jenkins, Reino Unido
—Estoy buscando novio —dije, mientras daba una función cómica en un hogar para jubilados—. Si a alguno de ustedes le interesa, anote su nombre en un papel… y envíemelo junto con una copia de su declaración de impuestos del año pasado.
Por lo general este chiste provoca carcajadas, pero esta vez los asistentes ni siquiera sonrieron. Cuando hablé con el director, entendí la razón.
—Ésta es una casa de retiro para sacerdotes —señaló muy serio.
Gloria Bolduc, Estados Unidos
—Lo malo de estar jubilada —le dije a mi hija, un ama de casa que tiene tres pequeñas— es que ya no me entusiasman los fines de semana. Todos los días me parecen viernes.
—Sé perfectamente a qué te refieres —contestó—. Cuando eres mamá y ama de casa de tiempo completo, todos los días te parecen lunes.
Brenda Joullian, Estados Unidos
Sarah, una compañera mía de la oficina, se molestó porque el directorio telefónico automático de la empresa había grabado su apellido con una pronunciación incorrecta. Se comunicó con el encargado para pedirle que lo corrigiera.
—Lo siento —respondió él—, pero todas las solicitudes se deben hacer por correo electrónico.
—Está bien. Sólo dime: ¿cómo envío un e-mail con la pronunciación correcta de Zuckschwerdt?
Rebecca Cole, Estados Unidos
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