Millonarios ordinarios

En este pueblo rural español, todas las familias resultaron ganadoras del premio mayor de la lotería. 

El pueblo agrícola de Sodeto está asentado sobre una colina en la provincia de Huesca, en el norte de España. En él viven alrededor de 240 personas que forman unas 75 familias. Las casas son de piedra, todas iguales y provistas de graneros y establos, y los pocos autos que hay en el pueblo rodean la arbolada plaza central. No hay señales visibles de riqueza; después de todo, España se encuentra inmersa en una profunda crisis económica.

Pero si miras por la ventana de cualquier cocina verás algo inesperado: enormes pantallas planas de televisión y elegantes alacenas recién instaladas, que parecen más propias de una mueblería de lujo que de una vivienda modesta. 

En el Bar Cañamoto, el único establecimiento para beber de Sodeto, por lo común encontrarás media docena de residentes tomando botellas de cerveza tras una larga jornada en el campo. Pero, a diferencia de los habitantes de los pueblos vecinos, estos agricultores y camioneros siempre se muestran alegres, como si nada en la vida les preocupara. 

“La gente es más feliz ahora”, dice Pedro, un camionero de 33 años de edad, y las tenues líneas que surcan su rostro moreno se hacen más profundas mientras sonríe.

El 22 de diciembre de 2011, a las 9:57 de la mañana, todos los habitantes de Sodeto se volvieron ganadores de la mayor lotería del mundo.

La Lotería de Navidad, también llamada “el Gordo”, reparte cerca de 1,000 millones de euros cada diciembre, y en 2011 todos los habitantes de Sodeto tenían una participación del número ganador.

Cuando se anunció al ganador del Gordo por televisión, los habitantes de Sodeto salieron de sus casas y se dirigieron a la plaza, abrazándose y lanzando gritos de alegría. “¡Yo tengo cuatro participaciones! Y tú, ¿cuántas tienes?”, se oía exclamar. “¡Yo tengo siete!” “¡Y yo, doce!” Cuando se dieron cuenta de que todos en el pueblo habían ganado una parte del premio mayor, las lágrimas y el champán empezaron a correr a raudales.    

Todos los habitantes ganaron, excepto uno. Pero sobre esa persona comentaremos más adelante.

La Lotería de Navidad es una tradición que se celebra desde hace más de 200 años. Durante cuatro horas unos niños se turnan para anunciar todos los números ganadores. La mayoría de los premios no pasan de unos cuantos miles de euros, pero en 2011 el número 58,268 se llevó la friolera de 720 millones de euros.

Como comprar un número entero resulta prohibitivo, las asociaciones locales compran décimos de un número y los dividen en participaciones que les cuestan a las personas seis euros cada una. En 2011, cada participación ganadora vendida en Sodeto obtuvo 100,000 euros, y la Asociación de Amas de Casa de Sodeto había vendido 1,200 participaciones, por un monto total de 120 millones de euros. Aunque se vendieron algunas participaciones en los pueblos cercanos, se cree que la mayoría de los premios se quedaron en Sodeto. La asociación no quiere revelar la cantidad exacta que ganó cada persona. Conformémonos con saber que todas las familias del pueblo tenían al menos una participación ganadora, y que algunas compraron las suficientes para hacerse millonarias. 

En un instante Sodeto se convirtió en objeto de un experimento social no planeado, consistente en averiguar qué ocurre cuando todo un pueblo agrícola endeudado de repente se vuelve increíblemente rico. 

La prensa llegó rápidamente a Sodeto, pero fueron los banqueros y los comerciantes quienes invadieron las calles pocos minutos después del anuncio de que el Gordo había caído en el pueblo, y abrumaron a los habitantes con ofertas de autos deportivos, joyas y vacaciones en destinos exóticos. Los contenedores de basura, que rara vez tenían que vaciarse, se llenaron hasta el tope de folletos y anuncios, y el resto del país sólo observaba por televisión lo que ocurría.

“Bueno, todos mejoramos”, admite Herminia Gayán, cuya familia tenía cuatro participaciones, con las cuales ganaron 400,000 euros. 

Ataviada con un vestido floreado y pantuflas, esta mujer de 78 años está sentada a la mesa de su cocina, preparando alioli para la cena que tomará con tres generaciones de su familia. El pollo sisea en el horno de la estufa, y la leña crepita en la chimenea que adorna la habitación principal de todas las casas de Sodeto.

Herminia fue una de las primeras habitantes del pueblo, el cual es de reciente creación. Se fundó en 1950, como parte de una de las más de 200 comunidades agrícolas planificadas por el ex dictador Francisco Franco en todo el territorio español para poblar zonas poco explotadas. Herminia y su difunto esposo recibieron una casa, un granero, una parcela de tierra y unos cuantos animales. Durante los primeros cuatro años en el pueblo había sólo siete familias, que trabajaban la tierra para subsistir. Con el tiempo llegaron a establecerse en Sodeto unas 65 familias más.

“Teníamos 14 vacas en el patio trasero”, recuerda Herminia con orgullo, señalando el espacioso patio hoy pavimentado que hay detrás de cada casa. Su hijo, un agricultor de 54 años y ojos azules llamado José, quien se ocupa oficialmente de sacrificar cerdos en el pueblo, interviene al oír hablar de la lotería.

“En un momento no tienes na-da, y de repente lo tienes todo”, dice mientras enciende un cigarrillo. Madre e hijo sonríen al evocar la sensación de enterarse de que habían ganado un premio, pero en seguida se ponen serios. “Conforme pasan las horas uno se tranquiliza”, comenta José, exhalando una voluta de humo. “La gente no se volvió loca. No se dedicó a gastar su dinero”.

Según José, en el transcurso de los meses siguientes no se produjo ningún cambio en Sodeto, pero luego, en abril, las calles se llenaron de camiones de empresas de construcción que se dedicaron a renovar casi todas las casas del pueblo. 

En efecto, todas las viviendas están en excelentes condiciones hoy día. Pero, aparte de eso, no se aprecia ningún otro cambio importante en este pueblo soñoliento. Tal vez lo más sorprendente es que nadie en Sodeto ha dejado de trabajar, ya sea como agricultor, camionero o ama de casa. 

“Me hace muy feliz ver los campos sembrados y las plantas brotar”, dice Herminia al tiempo que mezcla lentamente aceite de oliva y huevos crudos en un recipiente de vidrio. “Es como si estuviera viendo crecer a mis hijos”.

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