Monte Fuji: la cima sagrada de los dioses
El perfecto cono volcánico coronado de nieve atrae a los peregrinos para que se prueben a sí mismos en el arduo ascenso hasta la cima.
El solitario pico cónico del monte Fuji que recorta su silueta contra un nítido cielo azul ha sido reverenciado desde tiempos antiguos. Con 3,776 m, “Fuji-san” es la montaña más alta y más sagrada de Japón.
Situado a 100 km al suroeste de Tokio, el monte Fuji se encuentra en el parque nacional Fuji-Hakone-Izu. Hay servicios regulares de tren y autobús que parten de la estación Shinjuku de Tokio al sendero Kawaguchiko-Yoshidaguchi, uno de los cuatro que hay para llegar a la cima. La montaña está abierta en julio y agosto.
Hogar de deidades, según creencias budistas y sintoístas, la montaña adquirió su forma luego de erupciones volcánicas ocurridas hace cientos de miles de años. La nación japonesa completa sigue paso a paso los cambios estacionales alrededor del monte Fuji.
Una montaña cubierta de nieve señala el inicio del invierno; en primavera, cerezos en flor decoran sus faldas, y después lo hacen azaleas de brillantes colores en verano. La montaña se abre para los escaladores el 1 de julio, luego de que la nieve se derritió.
El sobrenombre del monte Fuji, Konohana-Sakuahime, significa “el que hace que las flores eclosionen de manera radiante”, en referencia a las rosadas flores de cerezo que enmarcan la montaña en primavera.
A finales de agosto, el Festival del Fuego de Yoshida marca el cierre de la temporada de montañismo. Se celebra en la ciudad de Fujiyoshida para aplacar a la diosa del monte Fuji y pedirle que evite que el volcán haga erupción.
Siguiendo una tradición de cinco siglos, la gente acarrea por las calles relicarios –que según la creencia contienen el alma de la diosa– en un desfile a la luz de antorchas.
Algunos fieles escalan toda la noche alumbrando su camino con antorchas o linternas para ver el surgimiento del sol encima del mar de nubes que por lo general cubre las laderas inferiores.
La aurora, a la que se conoce como goraiko, o luz sagrada, es venerada como deidad. Los registros de ascensos a esta montaña sagrada se remontan a siglos en el pasado.
En un célebre haiku, el poeta del siglo XVIII Issa exhorta a un humilde caracol a seguir trepando hasta su improbable y aparentemente imposible destino, el majestuoso Fuji-san.
En la actualidad, multitudes de devotos y curiosos escalan cual caracoles por las cuatro rutas principales, anticipando el renacer de sus espíritus y almas mientras emergen en la cima a la añeja belleza que los rodea.
Extraído del libro: “Los mejores lugares en el mundo”, Selecciones