Vladimir Yakovlev fotografía personas inspiradoras que se niegan a envejecer y hacen sólo lo que les encanta.
“Me crié en Rusia, donde la gente cree que la vida se acaba después de los 50 años”, dice Vladimir Yakovlev. “A esa edad se espera que te sientes en el sofá a ver la tele, y yo no quería hacer eso”.
Es difícil imaginar a este periodista, editor, activista y fotógrafo (foto inferior) de 56 años sentado mucho tiempo en ningún sitio. Se dio a conocer en 1989, antes de la caída de la Unión Soviética, cuando lanzó Kommersant, el primer diario ruso de propiedad privada, y desde 2011 se dedica a fotografiar adultos mayores para su proyecto La Edad de la Felicidad, que presenta a personas de todo el mundo que desafían nuestra idea de lo que significa envejecer.
Vladimir, quien vive ahora en Tel Aviv, dice que se “avergüenza” de la visión que tenía antes de los ancianos. Ha cambiado radicalmente de opinión tras haber vendido su periódico, hace 10 años, para recorrer el mundo. “Cuando visité los monasterios del sureste de Asia, conocí monjes de entre 75 y 85 años a los que les hablaba muy despacio”, refiere. “Al final me di cuenta de que los cerebros de esos señores funcionaban ¡cinco veces más rápidamente que el mío!”
Cuando cumplió 50 años tuvo también una charla crucial con su madre, Ira, la cual tenía 75 años. Temeroso de que su mamá se volviera senil, le telefoneaba a menudo y ofrecía visitarla. “Un día me dijo: ‘Querido, eso estaría bien, pero mañana voy a ir de picnic con mis amigas. Y lamento que el fin de semana tampoco pueda ser; iré a París’”, cuenta. “Entonces comprendí que, a sus 75 años, mamá llevaba una vida mucho más activa y disfrutable que yo a los 50”.
Estas experiencias lo llevaron a emprender su proyecto fotográfico. Vladimir menciona a un suizo que, a sus 95 años, rema y trota todos los días. Durante un examen médico, lo pusieron a correr en una caminadora. “Al cabo de 15 minutos le preguntó al doctor qué tal lo hacía, si mejor o peor que la persona media”, cuenta. “Un poco avergonzado, el médico le dijo que a los 95 años no hay una norma para correr, así que no podía darle una respuesta.
”Ninguna generación ha vivido tanto como la actual”, añade, “así que no sabemos lo que es posible. Pero fijémonos en Doris Long, ¡que hace rapel a los 101 años! Hay muchas menos limitaciones de las que pensamos”.
Vladimir les preguntó su secreto de la longevidad a las más de 200 personas mayores de 70 años que ha conocido desde 2011. Descubrió que sus estilos de vida son muy parecidos, sin importar su lugar de residencia, nivel de ingresos y clase social a la que pertenecen. Sorprendentemente, ninguna de ellas llevaba una dieta especial; comían todo lo que les gustaba, pero en porciones pequeñas. “Lo principal es que todas intentan disfrutar lo que tienen, en vez de soñar con algo inalcanzable”, dice. “Y lo más importante es que todas se sienten necesitadas por las personas que las rodean”.
Podemos soñar con el ocio al llegar a la jubilación, pero Vladimir afirma que la mayoría de los ancianos fotografiados siguen trabajando: Yvonne Dowlen enseña a niños a patinar sobre hielo; Lloyd Kahn, el intrépido as de la patineta, diseña casas ecológicas y es autor de un blog, y el maratonista Andrey Chirkov escribe libros sobre la práctica de la carrera.
Vladimir dice que ha aprendido muchísimo de sus encuentros con tantas personas mayores inspiradoras, y ahora quiere reunirlas para que se conozcan. “Las adoro a todas y mi sueño es organizar una gran fiesta para ellas”.
Doris, 101 años – rapel
Doris Long celebró un siglo de vida con un descenso de casi 100 metros en rapel por uno de los edificios más altos del Reino Unido. Se inició en este deporte a los 85 años, y ha hecho muchos descensos a fin de reunir fondos para causas benéficas. “No conozco a otras personas de mi edad que hagan algo igual”, dice.
Lloyd, 80 años – patineta
Lloyd Kahn se subió a una patineta por primera vez a los 65 años, y de inmediato se cayó y lastimó una mano. Pero no se desanimó. Hoy, mejor protegido, disfruta dando vueltas sobre su tabla en Bolinas, California, donde vive. “Todo lo que puedo hacer por mí mismo, lo hago”, dice. “Intento no ir demasiado aprisa. No hay nada extremo en esto. Es sólo deslizarse”.
Montserrat, 80 años – paracaidismo
Nada hace más feliz a la barcelonesa Montserrat Mechó que saltar de un avión con un paracaídas atado a la espalda. Cuenta que cuando saltó por primera vez, a los 49 años, sintió una enorme dicha, pues ejecutó con éxito algunas acrobacias. Los deportes extremos son su pasión; practica también esquí alpino, surf a vela y buceo. Ha saltado miles de veces. “Sonrío mucho”, dice. “Poder hacer lo que me gusta me produce una gran felicidad”.
Duan, 76 años – acrobacia
Duan Tzinfu trabajó
50 años en una fábrica de vidrio, y se sentía acabado. Pero luego, un día, mientras caminaba por el Parque Tiantan de Beijing, vio a un grupo de personas mucho mayores que él haciendo ejercicio con evidente entusiasmo; se sintió inspirado para entrar en acción. Ahora no sólo se contorsiona con facilidad, sino que realiza acrobacias que son la envidia de algunos gimnastas jóvenes. “Es importante estirar los músculos y consumir menos comidas grasosas”, aconseja. “Así uno está más sano y feliz”.
Yvonne, 89 años – patinaje artístico
Cuando Yvonne Dowlen sufrió una conmoción cerebral en un accidente de tránsito a los 80 años, su médico le prescribió reposo, pero ella se negó y aún compite en patinaje artístico. “Si llego a sentirme de mal humor”, dice, “miro a la gente de mi edad con sus tanques de oxígeno, me pongo los patines y sonrío”.
Andrey, 75 años – maratón
Andrey Chirkov empezó a correr maratones a los 52 años de edad, y no ha parado desde entonces. Antes, le faltaba confianza en sí mismo; ahora, le sobra. Ha participado en maratones por todo el mundo, incluido el primero que se celebró en el Polo Norte. “Lo que me gusta de correr es la sensación de volar”, señala.
Johanna, 90 años – gimnasia
Johanna Quaas hacía gimnasia de joven, pero no la retomó hasta los 56 años, esta vez con gran dedicación. Hoy, 34 años después, es una gimnasta estrella y ha ganado numerosas competencias. Las ovaciones de pie son comunes en sus actuaciones, sobre todo por sus proezas en las barras paralelas. En 2012 el Libro Guinness de Récords Mundiales la reconoció como la gimnasta de más edad del planeta. “Espero que ese récord inspire a otros a darse cuenta de que nunca es demasiado tarde”, dice.
John, 95 años – ballet
Toda su vida John Lowe soñó con ser bailarín de ballet, pero no fue hasta los 79 años cuando dio el salto. Primero tomó clases de tap en una escuela de baile de su ciudad; siguió con el ballet, y finalmente actuó en una escenificación de Cuento de la flor de piedra, de Prokófiev. Todos los días se cuelga de un trapecio en su casa para fortalecer los músculos. “Busca algo que cambie por completo tu vida”, aconseja. “El ballet me permite mantener recta la columna vertebral y engañar al tiempo”.
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