Desde salidas con tus colegas hasta fiestas elegantes… puedes cometer un desliz social en todas partes. Estos consejos podrían salvarte.
Una sonrisa transmite apertura y calidez, pero si esta es de oreja a oreja a la menor provocación, parecerás un vendedor. Mejor, intenta este truco: párate frente al espejo y repite la palabra “bien” en distintas entonaciones graciosas. Este ejercicio te hará sonreír.
La próxima vez que conozcas a alguien, piensa “bien”, con lo cual sonreirás de una forma muy natural. No cruces los brazos ni te agarres las manos. Si te es posible, levántate para saludar. En caso de que estés en una mesa con butacas o gabinete en un restaurante y no puedes hacerlo, extiende la mano y di: “Disculpa si no me pongo de pie. Encantado”.
Por último, si mantienes poco contacto visual parecerás insincero, pero tampoco exageres: al clavar la mirada, la otra persona se sentirá incómoda.
Puede parecer obvio, pero si vas a contar un chiste tienes que sabértelo de memoria. Los mayores desastres de este tipo suceden cuando te aventuras a contar un chascarrillo y a mitad de la narración te das cuenta de que has olvidado ciertos detalles… como la parte graciosa, por ejemplo. Así que cuando escuches uno que te gustaría usar en otra ocasión, anótalo.
Contar un chiste no es lo mismo que interpretar El barbero de Sevilla. Sé breve, ágil y conciso. Llega a lo gracioso tan pronto como sea posible, pero asegúrate de no olvidar los detalles importantes.
Cuando te presenten a un bebé, lo más probable es que te pregunten si quieres cargarlo. Si esto te pone nervioso, ten fe. No se te caen las cosas de las manos porque sí, así que seguramente podrás tenerlo en brazos 2 minutos. Solo serénate y deja que la criatura descanse en tus extremidades. No olvides sujetarle la cabeza: hasta las primeras 6 semanas, la cabeza del bebé es muy pesada para los músculos del cuello.
De hecho, no tendrá suficiente control sobre este como para sostener la cabeza hasta que cumpla 3 o 4 meses. No es necesario llevarle un regalo al bebé, aunque tampoco está mal hacerlo, y seguramente los padres te lo agradecerán mucho. Si el recién nacido tiene hermanos, dales algo pequeño a ellos también para que no se sientan celosos.
Si no eres de los que frecuenta cenas formales, hay una norma muy sencilla que te ayudará a no meter la pata en vez de la cuchara: usa primero el tenedor más alejado del plato y continúa hacia dentro. Hay una sola excepción: podrías necesitar la cuchara de sopa antes que el siguiente cubierto, pero eso resultará evidente, pues ni los más despistados usan el tenedor para tomar la sopa.
El pan es el error de etiqueta más común, por lo menos entre aquellos que se fijan en estas cosas. En vez de morder un panecillo entero, ponlo en el plato para dicho alimento y toma pedazos pequeños; ponles mantequilla si quieres.
También debes fijarte en la servilleta. Cuando todos se hayan sentado, ábrela y ponla sobre las piernas. Al terminar de comer y levantarte de la mesa, dobla la servilleta discretamente para ocultar cualquier mancha y déjala a la izquierda del plato.
No es buena idea abrir una botella tan burbujeante de manera vertical, ya que podrías dispararte en la cara. Por el contrario, si está muy horizontal, el gas subirá
y formará una burbuja en el cuello del envase. Al quitar el corcho, el glóbulo se expandirá de golpe y el líquido saldrá disparado.
Tal vez impresione a algunos, pero se empapará todo y desperdiciarás una buena champaña cara (o incluso barata). Mejor sujeta el recipiente en un ángulo de 45 grados. Esta inclinación permitirá que el gas se quede en la botella.
De todas formas, no apuntes la botella directamente a una persona o algo frágil. Destrozar la colección de figuritas de cerámica y recuerdos de tu tía Petronila es un desliz social. Para que no sueltes la champaña y te caiga accidentalmente en el pie, gira la botella en vez del corcho.
La deshidratación es una de las causas principales de la resaca. Lo mejor es alternar cada copa con un vaso de agua. Al día siguiente, toma mucha agua o una bebida hidratante. Aunque no tengas ganas, consume un desayuno balanceado.
El alcohol eleva el nivel de insulina y podrías sentirte débil. Comer aumenta la glucosa. Si tienes náusea, pica unas galletas de sal o una rebanada de pan tostado para apaciguar el estómago.
Evita el café: la cafeína constriñe los vasos sanguíneos y aumenta la presión, lo cual empeora la resaca. Y por más que el cuerpo te pida aliviar el dolor, aléjate del ibuprofeno, la aspirina o el paracetamol. Cualquiera de ellos agravará la inflamación en el estómago y el hígado provocada por el alcohol.
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