Aprendizaje rápido
Quinn, mi nieto de tres años, estaba jugando con una caja de juguetes. De pronto se acercó a mí sosteniendo una letra de plástico en la mano, y le dije:
—Esa letra es la “te”, de “tú”.
Muy orgulloso se alejó con la letra en la mano, diciendo:
—¡Es la letra “te”, de “yo”!
Mary Anne Buckrell, Canadá
Hace varios años decidí cortarme el cabello al rape, y un sobrino mío con el que me llevaba muy bien pidió que se lo cortaran igual que a mí. Descubrí que me estaba quedando calvo cuando el papá del niño, al tratar de convencerlo para que no se lo cortara así, le preguntó:
—¿Qué tal si tu tío se deja crecer el pelo nuevamente?
—No puede, ya no le sale —replicó mi sobrino con toda honestidad.
Arturo Barragán, México
Cierta vez, tras apremiar a mi nieto de cinco años desde el otro lado de la puerta del baño para que orinara y saliera, mientras me alejaba lo oí decir: “Vamos, amiguito, ¡despierta!”
Brian Buckle, Reino Unido
Un día, la hija de la que entonces era mi jefa se estaba entreteniendo en la computadora con un juego que consistía en ayudar a un perrito a cruzar una barda para poder pasar al nivel siguiente. Pero cada vez que la niña intentaba ayudar al perro, éste se estrellaba contra la barda. Como ella siempre había manifestado un gran amor por los animales, terminó diciendo: “Ya no quiero jugar, mamá. ¡No puedo seguir maltratando así al pobre perrito!”
Marling Balmaceda, Managua
Cuando mi hija entró al kínder recibió clases formales por primera vez. Una de sus materias era inglés, lengua de la que no sabía ni media palabra.
Cierto día, cuando fui a recogerla a la escuela, le pregunté:
—¡Hola! ¿Cómo te fue hoy?
Dudosa, y un poco enojada, la niña respondió:
—Mami, la maestra de inglés me dice Hello, ¡y yo me llamo Sofía!
Cristina Villarreal, México
No podía entender por qué a mi hijo le molestaba tanto que un amiguito suyo bebiera agua de la manguera de nuestro jardín.
—¿Qué más te da? —le dije—. Esa agua es potable. No le hará daño.
—Mamá —contestó él en tono de queja—, ¡es que pone su boca en la manguera! ¡Qué asco!
—Pues sigo sin entender por qué te molesta tanto.
—¡Porque yo tomo agua de esa manguera! —exclamó el niño.
Judy Keith, Estados Unidos
En una ocasión estaba en casa de mi hermana cuando mi sobrino entró realmente sucio y despeinado después de jugar en el jardín.
—¿Quién soy? —le preguntó a mi hermana muy serio.
Pensando que el niño bromeaba, mi hermana le siguió el juego.
—Pues no sé —dijo—. ¿Quién eres?
Mi sobrino abrió los ojos de par en par, y entonces exclamó:
—¡La vecina tenía razón! ¡Dijo que estoy tan sucio, que ni mi propia madre me iba a reconocer!
Lena Hexman, Reino Unido