Cansada de que mi hijo Carlos Manuel, que entonces tenía tres años, estuviera tirando juguetes al piso como si fueran pelotas, y después de probar varias formas de corregirlo, resolví imponerle un castigo.
—Juguete que tires, ¡juguete que recojo y lo regalo a los niños pobres! —exclamé en tono autoritario.
El pequeño se quedó quieto y mudo, pero noté un brillo extraño en sus ojos. Cinco minutos más tarde volví a oír golpes de juguetes en el suelo y me levanté a ver qué sucedía.
—¿Ahora qué estás tirando? —pregunté, furiosa.
Muy calmado, y con una sonrisa, Carlos Manuel contestó:
—Pues los juguetes de mi hermana.
Claudia Méndez, Colombia
Cuando mi hijo Martín tenía nueve años, cierta vez subió a la habitación donde yo estaba trabajando y me preguntó:
—¿Mami, le puedo prestar mi bicicleta a Pedro José, el vecino, para que vaya a recoger unos cuadernos a la casa de un amigo?
Le dije que sí, y momentos después lo oí gritarle a su amigo desde la ventana:
—Si te atropellan, ¡procura que no le pase nada a la bici!
Alicia Cordero, Ecuador
Hace tiempo, cuando mi sobrino Hudson, entonces de tres años, fue a la peluquería, el barbero le preguntó cómo quería que le cortara el pelo.
—Calvo arriba y rubio a los lados —respondió el niño muy serio.
Sorprendido, el peluquero le preguntó por qué quería ese corte.
—Es que quiero verme como mi abuelito —respondió Hudson.
Tim Paci, Reino Unido
En una ocasión estaba viendo el programa de televisión Bailando con las estrellas, acompañada por mi sobrina pequeña. A la niña le encantó el programa, pero no le cayó bien uno de los jueces, que insistía en hacer comentarios negativos sobre los concursantes. En un momento dado, mi sobrina se hartó del juez y exclamó, sumamente enojada: “Si ese señor vuelve a decir una cosa mala, ¡va a tener que irse castigado a su cuarto!”.
care.com
Mi hija estudió la primaria en una escuela bilingüe, y fue la primera vez que tuvo contacto con el inglés. Un día, cuando estábamos comiendo en un restaurante, cerca de nuestra mesa había unos turistas. Tras escucharlos un momento, la niña me preguntó en qué idioma hablaban. Le contesté que en inglés, la lengua que ella estaba aprendiendo en la escuela. Tratando de estimularla, le dije que muy pronto ella también podría hablar así.
Entonces, mi hija me presumió que ya podía hacerlo. Al preguntarle qué les diría a los turistas, ella contestó, muy contenta y orgullosa:
—Open your book!
Dulce María Maciel, México
Brecha generacional
Cierta vez estaba llenando un formulario por Internet, y mi hijo estaba sentado en mis rodillas. Señalé en la pantalla el año de mi nacimiento y el niño exclamó: “¡Vaya, papá! Mil novecientos… eso fue hace mucho tiempo”.
@howtobeadad
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