Deseo incómodo
Mi hijo y su esposa estaban empeñados en tener un varón, aunque ya tenían tres niñas.
Dos años después de que nació su cuarta hija, Bridgette, por fin llegó Trey.
Un día, cuando el niño ya tenía seis años, se quejó con Bridgette de que no tenía con quien jugar y que preferiría que ella fuera hombre.
—Debería alegrarte que yo no sea un niño —le dijo su hermana—. Porque entonces me llamaría Trey y tú no existirías.
@Bettie_Cashion
Un compañero mío del trabajo se dejó crecer la barba, la cual tenía un mechón blanco. Cuando el hijo de seis años de una colega nuestra, que lo había llevado con ella a la oficina, se acercó al cubículo del compañero de la barba, lo miró fijamente antes de preguntarle:
—¿Por qué tienes esa parte blanca en la barba?
Él respondió que tenía un lunar, y que por esa razón algunos vellos le salían blancos.
Rápidamente, el niño exclamó: —¡Ah, no! A mí no me engañas, yo creo que ya estás viejo…
Adolfo Moreno, México
Cierto día que fui a dejar a mi hijo al kínder, él me dijo, al tiempo que se bajaba del auto frente a la escuela: “¡Que tengas un lindo fin de semana, mami!”. Evidentemente, el pequeño había hecho planes que no me incluían.
huffingtonpost.com
Una vez, cuando mi hija Trinity tenía cinco años, fue a pasar unos días a casa de su bisabuela. Durante su estancia, la bisabuela puso una película vieja donde actuaba Shirley Temple para que la niña la viera.
Al volver a casa conmigo, Trinity me contó sobre la película que había visto. Mirándome muy intrigada, preguntó: “Mamá, ¿tú ya existías cuando el mundo era en blanco y negro?”.
@LisaLarch
Cuando Alicyn, mi hija menor, tenía aproximadamente tres años y medio, le aterraban las arañas; cada vez que veía una, gritaba sin control. Yo siempre le decía que lo mejor era hacer de cuenta que la araña no estaba allí, y le aseguraba que el bicho ni siquiera pensaba en ella.
Sin embargo, una noche Alicyn gritó desde el cuarto de baño. Cuando le pregunté qué sucedía, ella respondió a voz en cuello: “¡Mamá, hay una araña aquí… y está pensando en mí!”.
kidspirit.com
Un sábado por la mañana uno de nuestros peces amaneció sin vida en la pecera, y mi hija, que entonces tenía cinco años, se conmovió mucho al verlo. Ella es muy sensible, y como era la primera vez que enfrentaba una muerte, para hacerla sentir menos mal decidimos enterrar al animalito bajo un árbol.
Una vez hecho esto, la pequeña dijo:
—Mami, me da miedo que el pez se quede ahí enterrado. ¿No le va a pasar nada?
Aproveché para explicarle que en nuestro cuerpo hay un alma que no se puede ver, pero que es la que se va junto a Dios cuando morimos. Al final, le pregunté:
—¿Entendiste?
Mi hija contestó:
—Claro, mami; nosotros somos como mis juguetes y el alma es como la batería. Cuando nos morimos, Dios nos quita las baterías.
Catherine Moreira, Ecuador