Un día mi hija de cinco años llegó a casa muy emocionada.
—¡Mamá, tenemos una impresora 3D en la escuela! —exclamó.
—¡Qué bien! —respondí—. ¿Y qué van a imprimir con ella?
La pequeña me miró muy desconcertada, y entonces dijo:
—Pues… tres “D”.
@TanyaPilcz
Me alarmó que mi pequeña hija regresara a casa de la escuela caminando en plena tormenta eléctrica. Aunque venía acompañada por algunas compañeras suyas, pensé que estaría muy asustada.
Sin embargo, cuando por fin abrió la puerta principal y entró a la casa, parecía muy contenta.
—¡Dios me tomó fotos desde el cielo en todo el camino! —exclamó.
Jeena Sumner, Reino Unido
Cierta vez, mientras preparaba la cena, metí un plato en el horno de microondas, ante la mirada atenta de mi hijo, entonces de tres años, que estaba conmigo en la cocina. El niño me preguntó qué estaba haciendo.
—Estoy calentando la comida en el microondas —le respondí.
—¡Ah, entonces esa cosa se llama tucroondas! —exclamó el pequeño con toda inocencia.
Marcela Huayamave, Ecuador
Siempre que nuestro nieto de cuatro años nos visitaba, insistía en que lo dejara jugar con mi colección de autos miniatura. Cierta vez, con la intención de que desistiera de la idea, pero al mismo tiempo tratando de darle esperanzas, le dije:
—Cuando Dios me llame y viaje al más allá, estos autos serán tuyos.
Tiempo después hice un viaje que originalmente sería de dos días. Sin embargo, debido al mal tiempo tardé cinco días en regresar a casa.
Cuando mi nieto oyó a mi esposa quejarse de mi ausencia, le dijo:
—Ay, abuelita, el abuelo ya viajó al más allá. ¡Vamos por los cochecitos que me prometió!
Roberto Duque, Colombia
Un día mi cuñada estaba dando una clase de catecismo a un grupo de niños. El tema era “El Domingo de Pascua y la Resurrección de Jesús”.
—¿Qué hizo Jesús ese día? —les preguntó a los pequeños, pero como hubo un silencio, decidió darles una pista—: Empieza con la letra “R”.
Uno de los niños exclamó:
—¡Ya sé: recicló!
Mari-Lynn Finley, Estados Unidos
Mi hijo Kevin es ocho años mayor que mi hija, Hayley. Debido a la diferencia de edades, Kevin a menudo goza de privilegios que Hayley no tendrá hasta dentro de varios años. A mi pareja y a mí nunca se nos ocurrió que la niña pudiera darse cuenta de eso, y mucho menos molestarse. No obstante, en su cuarto cumpleaños recibió una tarjeta de sus abuelos. Tras abrirla y descubrir que había dinero dentro, con emoción anunció:
—¡Por fin, mi mesada!
Christine Schenk, Canadá
Iba conduciendo el auto de mi padre, acompañada por él y por mi hijo de tres años, que estaba sentado en el asiento trasero. El niño no dejaba de mirar la nuca de papá, hasta que de pronto preguntó:
—Oye, abuelito, ¿tu pelo crece o se encoge?
Heidi Clark, Reino Unido
Por más que lo intentaba, nuestra nieta no conseguía ir al baño por su cuenta. Pero un día lo logró y, dando saltos de alegría, anunció:
—¡Fui al baño yo solita! Ahora, ¡ya puedo ir a la universidad!
Jan y Jack Mccloskey, Estados Unidos