Entre niños: Extravagancias
Cuando estaba en la farmacia con mi hija Kiara, de 12 años, la niña me preguntó:—Mamá, ¿podrías comprarme una crema corporal sin fragancia?
Cuando estaba yo en la farmacia con mi hija Kiara, de 12 años, la niña me preguntó:
—Mamá, ¿podrías comprarme una crema corporal sin fragancia? ¡Es que me encanta cómo huele!
Jan Freeman, Canadá
En cierta ocasión, cuando mi hija Rebecca tenía seis años, estaba leyendo muy atenta un libro sobre dinosaurios. Tras hojearlo durante un rato, se acercó y me dijo:
—Oye, mami, ¡esta señora sí que ha descubierto muchos dinosaurios!
Intrigada, le pregunté:
—¿Qué señora?
—Una que se llama Alberta Canadá —respondió con seguridad.
Ivonne Yeo, México
Poco antes de cumplir seis años, mi hijo Santiago, que siempre ha sido un niño muy formal, comentó con indecisión respecto a su fiesta:
—¡No sé si ponerme mi traje con corbata, o mi disfraz de Goofy!
Nora Santibáñez, Guatemala
A mi hijo Shaun, de cuatro años, le dio una leve infección en las vías respiratorias. Al día siguiente entró temprano en mi habitación, con la esperanza —supuse yo— de poder librarse de ir a la escuela.
—Papi, ¿aún tengo fiebre? —dijo.
Luego de tomarle la temperatura, sonriendo contesté:
—No, Shaun, ya no tienes fiebre.
Entonces me preguntó:
—¿Y ya no me duele la garganta?
Adam Bruce, Estados Unidos
Todo bajo control
El primer día que mi hijo David asistió al kínder, toda la familia estaba muy nerviosa por lo que pudiera pasar, pues es un niño muy travieso. Después de darle todas las advertencias y recomendaciones posibles, lo llevamos a la escuela. A la hora de la salida, cuando fui a recogerlo, le pregunté llena de curiosidad:
—¿Cómo te fue, hijo?
Con toda tranquilidad, el pequeño me respondió:
—Bien, mamá, no te preocupes. La maestra se portó muy bien.
Ruth Galván, México
Una tarde mi hija Layna, de cuatro años, me preguntó a qué animal creía yo que ella se parecía más.
—A un mono —le dije—, porque eres graciosa, inteligente y trepas por todas partes.
Cuando le pregunté a qué animal creía ella que yo me parecía más, la niña contestó:
—A un tigre, porque tienes rayas.
—¿Rayas? —repliqué.
—Sí, ésas que te salen a los lados de los ojos cuando sonríes.
Marni Wolfe, Canadá
Estábamos a punto de cenar, y a mi hijo Malachi, de tres años, le tocaba dar las gracias por los alimentos. El niño se sentó en su silla, inclinó la cabeza, juntó las manos y dijo:
—Te damos gracias, Señor, por la lasaña… pero tienes prohibido tocarla. Amén.
Nicole Jackson, Canadá
¿Será ésa la razón?
Cuando le di por primera vez a mi hija Isabella, entonces de cuatro años, una cucharada de aceite de hígado de bacalao, después de tragarlo me pidió insistentemente que le mostrara la botella.
—¿Para qué la quieres? —dije.
—Para ver la fecha de caducidad, ¡porque sabe a podrido!
Elena Mansilla, México
Cierta vez, cuando éramos niñas, mi papá nos llevó a mis hermanas y a mí al zoológico de Chapultepec, en la Ciudad de México. Al ver a las cebras, una de mis hermanas dijo:
—Papá, ¿verdad que de las cebras sacan la carne deshebrada?
Blanca Lozada, México