El día que supe que estaba haciendo un buen trabajo como mamá y papá a la vez, fue cuando mi hijo me dijo: ¡¡Eres la mejor papita, te amo!!
Yaquelín Primero, Ciudad de México
He aquí una reciente charla acerca de la gratitud que tuve con mi hijo de tres años:
Micah: No quiero libros el día de mi cumpleaños. La abuela siempre me da libros.
Yo (aprovechando la ocasión para impartir una enseñanza): Me parece que no aprecias los libros que recibes. Yo me siento muy afortunada por tener libros. Algunas personas no tienen libros, ni un lugar donde vivir, ni comida para alimentarse…
Micah (tras una larga pausa): ¿Y por qué te sientes afortunada, si hay otras personas que no tienen nada?
Charlene Wiseman, Canadá
Pese a ser adulta, un día se me ocurrió subirme a los juegos exclusivos para niños que había en el parque, creyendo que nadie me vería. Cuando me deslicé por el tobogán, una pequeña de unos tres años me preguntó:
—¿Eres una niña?
Avergonzada por haber infringido el reglamento, le respondí:
—No, no soy una niña.
Con un gesto de extrañeza, la pequeña me dijo:
—Entonces, ¿eres un niño?
Karen Castruita, Ciudad de México
Por un tiempo trabajé como voluntario en un museo de mi ciudad. Cierto día los únicos visitantes eran una mujer, su hijo, de nueve años, y su hija, de siete. Mientras la madre se registraba en el libro de visitantes, llamé al chico y le dije:
—Tengo algo para ti. Extiende la mano—. Tras estampar el logotipo del museo en el dorso de la mano del niño, agregué—: La próxima vez que vengas de visita a este museo, podrás entrar gratis.
El chico se puso a alardear frente a su hermana menor:
—¡Mira lo que tengo! ¡La próxima vez voy a entrar gratis!
Entonces la niña lo miró retadoramente y le preguntó:
—¿Y cuánto gastaste de tu dinero para entrar hoy?
Ed Nicholson, Canadá
Cuando mi hijo tenía cuatro años y asistía al kínder, empezó a entender que los bebés llegaban al mundo creciendo en el vientre materno. Una mañana, mientras estaba vistiéndome, el niño entró a mi cuarto y me vio la cicatriz de la cesárea. Muy sorprendido, me preguntó:
—Mami, ¿por ese cierre nos sacaron a mi hermanita y a mí cuando nacimos?
Gabriela Venegas, México
En una ocasión, cuando mi hija la de en medio tenía nueve años, llegó a casa de la escuela hecha una furia. Al preguntarle qué le ocurría, echando chispas contestó:
—¿Por qué me llamaron Robin si saben que no puedo pronunciar la letra “R”?
Karen Fournier, Canadá
A mi hijo de cinco años le fascinan los coches, así que decidí llevarlo a su primera exhibición de autos. Al niño le encantó ver los diferentes modelos y marcas, y se deleitó con los grandes motores, los colores y hasta con las ruedas. Sin embargo, el vehículo que más le llamó la atención fue una carroza fúnebre.
—¡Mira cuánto espacio! —exclamó eufórico—. ¡Aquí cabemos todos!
Sara Simeral, Estados Unidos
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