¡Vaya lógica!
Tras hacer una travesura, Zachary, mi nieto de cuatro años, decidió echarle la culpa de su mal comportamiento a su hermano menor.
Su madre le dijo:
—A ver, Zach, si tu hermanito estuviera rompiendo una ventana, ¿le ayudarías?
El niño respondió que no, hizo una breve pausa y luego añadió:
—Sólo tenemos un martillo.
@GaylaRichardson
En la ciudad donde vivo hay una calle muy transitada en la que se encuentra una sala de cine justo frente a una agencia funeraria. Una tarde, mientras conducía por allí con mi sobrino, de cuatro años, vimos que ambos sentidos de la calle estaban repletos de vehículos estacionados. Muy serio, el pequeño comentó: “O está muy buena la película, o hay un muerto muy importante”.
Leticia Núñez, México
Mi hermana estaba viendo una película de los Muppets con su hija, y en cierta escena la niña dijo en tono de decepción: “Cuando la rana René se pone a bailar, te das cuenta de que no es de verdad”.
@karenkilgariff
En una ocasión, cuando fui de visita a casa de una amiga mía que tenía un hijo de cinco años, me puse a conversar con el niño, y de pronto, para ver cómo reaccionaba, se me ocurrió preguntarle:
—Oye, Josué, ¿cómo te llamas?
—Pues Josué —respondió él, un tanto exasperado.
—Sí, ya lo sé, pero quiero saber si tienes otro nombre además de Josué.
—¡Ni que tuviera dos cabezas! —exclamó, mirándome como si yo estuviera loco.
Jesús Valero, México
Mi esposo y yo somos zootecnistas, pero ahora él está jubilado y yo me dedico al hogar. Hace tiempo, cuando nuestra hija tenía tres años, su maestra le preguntó:
—Oye, Sofía, ¿qué quieres ser cuando crezcas?
Sin dudarlo ni un instante, la niña le respondió:
—Zootecnista, como mi papá y mi mamá, ¡para no hacer nada!
Analuz Aristizabal, Colombia
Cierta vez, de visita en un centro comercial, mi nieto Jake, de cinco años, corrió a hacer fila con otros niños para sentarse en el regazo del Conejo de Pascua. Cuando por fin llegó su turno, Jake se quedó quieto, mirando con recelo al Conejo.
—¿No quieres sentarte en sus piernas? —le pregunté.
—¡No! —gritó el niño, asustado—. ¡Hay un hombre en su boca!
C. S., Estados Unidos
La abuelita de patty estaba enferma. Se quejaba de un dolor de pecho que no la dejaba respirar bien.
—¿Qué tienes, abuelita? —le preguntó la niña, preocupada.
—Me duele mucho el pecho y casi no puedo respirar —respondió la abuela con voz jadeante.
—¿Y por qué te duele? —inquirió Patty, curiosa.
—No lo sé, hija, pero me molesta mucho cuando respiro —contestó la enferma.
La pequeña adoptó un aire pensativo y entonces exclamó:
—¡Pues no respires, abuelita!
Omar González, Colombia