Entre niños: No me importa que la canción sea vieja
Mi nieto, de cinco años, sufrió una caída y se fracturó un brazo. Lo llevamos al médico y se lo enyesaron. Cada vez que yo lo bañaba...
Mi hijo de cinco años tiene una gran fascinación por el sistema solar. Un día, al regresar de su clase de religión, tuvo su primer conflicto existencial.
—Cuando las personas mueren se van al cielo, ¿verdad, mami? —me preguntó de golpe.
—Así es —le respondí.
—¿El mismo cielo donde está el sol, o un cielo diferente? Porque si es el mismo, ¿por qué no se queman? Y si es un cielo distinto, ¿por qué no veo dos cielos, sino uno solo?
Antes de que yo pudiera darle una explicación satisfactoria, el niño exclamó muy convencido:
—¡Ya sé, mami! Las almas son el aire con el que respiran los planetas.
Brenda Lambour, Guatemala
Familia moderna
Cierta vez, mientras viajábamos en automóvil por México, les dije a mis hijos con el afán de instruirlos:
—Miren, esa cordillera se llama Sierra Madre Oriental.
Uno de ellos me preguntó:
—¿Y dónde queda la Sierra Padre?
—No hay ninguna Sierra Padre, hijo —le contesté.
Después de pensarlo un momento, el niño comentó:
—Entonces, la Sierra Madre es una madre soltera, ¿verdad?
Josefina Álvarez, Estados Unidos
Chico precavido
Mi nieto, de cinco años, sufrió una caída y se fracturó un brazo. Lo llevamos al médico y se lo enyesaron. Cada vez que yo lo bañaba, le envolvía el brazo con una bolsa de plástico para que el yeso no se mojara. Tiempo después, cuando ya se había curado y me estaba ayudando a limpiar la casa, el niño encontró una bolsa de plástico en el suelo.
—Por favor, tírala en el bote de la basura —le pedí.
—¡No, abuela! —me respondió—. Mejor guárdala para cuando se me rompa el otro brazo.
Ana María Osorio, Colombia
Un día, mi hija de seis años me vio usando una máquina de escribir antigua, y dijo:
—¡Qué computadora tan increíble tienes, papi! Tecleas en ella y, al mismo tiempo, ¡te va imprimiendo la página!
Francisco García, México
Cuando mi sobrino tenía cuatro años, le costaba mucho trabajo pronunciar bien la doble erre. En una ocasión, mi esposo, queriendo divertirse con la mala pronunciación del niño, le dijo:
—A ver, di “ferrocarril”.
Mi sobrino, muy seguro de sí mismo, de inmediato contestó:
—Tren.
Rossina Beltrán, México