Humor

Así es la vida: No me olvides

No me olvides

Cuando fui a Estados Unidos a estudiar una maestría, mi mamá me pidió que le enviara un poco de ginkgo biloba, hierba que se usa para mejorar la memoria. Semanas después de habérselo enviado le pregunté si necesitaba más, pues había sido una cantidad pequeña.

—No, está bien —me contestó—. Todavía tengo suficiente.

—Pensé que ya se te había acabado porque no te mandé mucho —repuse.

—Lo sé, hijo. Lo que pasa es que siempre se me olvida tomarlo.

Agha Samtullah, Pakistán 

Al ver que tenía varios lunares diseminados por todo el cuerpo, mi médico decidió eliminarlos. Acudí al hospital, donde me asignaron un cuarto para que me desvistiera por completo y luego me acostara en una camilla. Minutos después entró una enfermera, sacó los instrumentos quirúrgicos del esterilizador, usó el agua caliente para preparar café, abrió la puerta de par en par y gritó: 

—¡Oigan todos, el café está listo!

Varias personas entraron al cuarto. Yo sólo pensaba: Es un hospital. Ellos están acostumbrados a esto, aunque a mí me parezca extraño.

Sin embargo, mi sorpresa se volvió azoro cuando una mujer se acercó a mí y me dijo:

—Tú eres Graham, ¿verdad?

Muerto de vergüenza asentí con la cabeza, y entonces ella dijo:

—¿No me reconoces? ¡Soy tu vecina, la hermana de Shirley!

Graham Cooke, Reino Unido

Cierto día, en un restaurante, al probar la sopa de frijol que acababa de pedir, me di cuenta de que estaba muy aguada, así que llamé a la mesera.

—Está sopa está horrible —le dije.

—Ya lo sé —contestó—, ¡a mí tampoco me gusta la sopa de frijol!

J. M., Estados Unidos

La hermana de mi yerno había pasado por momentos difíciles, y un día que mi esposa y yo hablábamos con ella sobre el asunto, se echó a llorar. Por fortuna, nuestro nieto, de dos años, estaba cerca para expresar unas palabras de consuelo.

—No llores —le dijo, muy serio—. A veces las pilas se acaban y los juguetes se rompen.

Perry Finkelman, Estados Unidos

Mi papá rara vez viste de manera formal, así que un día que se puso traje y corbata, decidió inmortalizar el momento. Dándome una cámara fotográfica, me dijo:

—¿Podrías tomarme una selfie?

Rachel Hester, Estados Unidos

Tuve que acudir a la oficina de tránsito, y estaba tan atestada y ruidosa como siempre. Cuando por fin me tocó turno en una ventanilla, le pregunté a la empleada: 

—¿No la sacan de quicio esas filas interminables de gente ruidosa?

Negando con la cabeza, respondió: 

—Nosotros los empleados lo llamamos estabilidad laboral.

Alan Cliburn, Estados Unidos

Hace unas semanas fui a la ferretería y compré un hacha para podar un arbusto que había crecido demasiado. Puse el hacha dentro de una bolsa y caminé unos pasos hasta la licorería, donde compré dos botellas de vino. Cuando el dependiente puso éstas en una bolsa, vio el hacha.

—¡Vaya! —exclamó—. Parece que tendrá usted un fin de semana muy interesante.

Lyle Brewer, Australia

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