Experiencias de bondad de nuestros lectores
Bondad es actuar en beneficio de otro ser vivo con el objetivo final de brindarle amor, protección, felicidad, seguridad o algún tipo de bienestar.
Ahora veremos diferentes experiencias donde diferentes personas fueron beneficiadas gracias a las acciones de otras, sin buscar ninguna ganancia propia, solo es el hecho de ser bueno con el prójimo. No hace falta conocerlo profundamente o tener una relación específica.
Mi esposo pasó casi un año hospitalizado, y en ese tiempo nuestra casa permaneció descuidada. Un día, al volver a ella luego de otra larga jornada acompañando a mi marido, vi que nuestras macetas estaban repletas de flores hermosas. Una vecina lo había hecho por mí. Quería que pudiera ver algo bonito cuando llegara a casa.
Ruth Bilotta
Hace 30 años mi mundo se vino abajo. Me operaron, me despidieron del trabajo y recibí un aviso de que mi ex patrón no había pagado mis impuestos. Unas semanas después, vi un folleto sobre un festival japonés. Aunque me sentía mal física y emocionalmente, decidí ir.
Allí conocí a un caballero japonés con quien charlé durante horas. Al cabo de unos meses, al llegar a casa encontré un ramo de flores y una carta. Eran de ese caballero.
Dentro de la carta había un cheque por 10,000 dólares para ayudarme a salir del bache. Pasaron 16 años y un día conocí a una familia que fue desalojada de su casa y necesitaba 5,000 dólares para completar el depósito de una casa nueva.
Sin dudarlo, les di un cheque por esa cantidad. Dicen que soy su ángel, pero yo les contesto que alguna vez yo también tuve un ángel.
Hassmik Mahdessian
Soy viuda, padezco problemas de movilidad y alergias, y ningún familiar mío vive cerca. Por fortuna, un muchacho muy amable arregla mi jardín.
Un día le pedí que hiciera otras tareas en la casa; luego, cuando le ofrecí una propina, la rechazó. “Me mimas demasiado”, le dije. Él contestó: “Alguien tiene que hacerlo”.
Marjorie Ann Smith
Cuando trabajaba como enfermera en un hospital, me hice amiga de una paciente mayor. Compartíamos anécdotas y chistes. Incluso le conté mi sueño de toda la vida de ser ilustradora.
Un día, luego de hablarle de mi apartamento diminuto y mis muebles baratos, me dijo: “Quizá algún día venga a ayudarte un duende bueno”.
Al poco tiempo ella murió. Unos días después, alguien llamó a mi puerta. Era el hijo de la señora, con un camión lleno de muebles. Eran de su madre, quien quería que me los quedara.
Y me dio una nota que decía: “Betty, te prometo dar buenas referencias tuyas en el cielo para que consigas el trabajo que deseas”. Tres meses después, obtuve un empleo de ilustradora. Mi amiga cumplió su promesa.
Betty Tenney
Iba corriendo por las calles de Nueva York en medio de un aguacero. De pronto, oí una voz: “¿Necesita un paraguas?” Era una mujer parada en la entrada de un hotel.
Me pasó un paraguas y dijo: “Ahora, ya tiene al menos una razón para creer que hay humanidad en el mundo”. Seguí mi camino, esta vez no sólo protegido por un paraguas, sino también por la bondad que a veces ilumina el mundo.
Raimo Moysa