Las trufas se encuentran, sobre todo, en Europa occidental y crecen en bosques abiertos cerca de las raíces de robles, encinas y avellanos, en zonas de clima similar al del Mediterráneo.
Las trufas son difíciles de hallar porque, a diferencia de las setas típicas, se desarrollan bajo tierra.
Los buscadores de trufas utilizan perros especialmente adiestrados e incluso cerdos para descubrir el aromático manjar. Ambos animales tienen un agudo olfato y son atraídos por el intenso aroma de estos hongos, parecido al de la nuez moscada.
Los cerdos, capaces de oler una trufa a más de 5 metros de distancia, se precipitan al lugar donde se encuentra y extraen rápidamente el preciado trofeo.
Su escasez, el tiempo que lleva cultivarla, la tarea artesanal de la cosecha, los años de espera para su primera producción, entre otros, son los factores que hacen que su precio sea tan alto.
Sin duda, eso es lo más difícil de explicar dada la complejidad de su sabor y aromas. Es un sabor intenso, pero curiosamente mucho más suave y delicado que el de los numerosos productos con “sabor a trufa” que pueden encontrarse en el mercado.
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