¿Lo Sabías?

Operación Sweetie: la niña virtual que atrapa pederastas

Una niña virtual está ayudando a atrapar a depredadores sexuales de la vida real. Un paso adelante contra la pedofilia y el abuso sexual infantil. Conoce la historia.

Eran las 2:16 de la tarde de un tibio día de julio cuando Scott Robert Hansen, soltero de 36 años, conoció a Sweetie. Sentado frente a la computadora en su casa, no lejos de la ciudad de Brisbane, ingresó a una sala de chat y en el campo del nombre de usuario escribió “2 cam con niña”. Luego hizo clic en “Chat con niñas”, y en la pantalla apareció un nombre de usuario: “9 f filipinas”.

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Hansen sabía que en los lóbregos sitios web que visitaba esas letras sólo podían significar una cosa: una niña de nueve años de Filipinas. “¿Quieres cámara, o chatear con un adulto?”, escribió. “Me gustan las pollitas asiáticas. ¿Te excita la acción? Estoy desnudo. ¿Has visto un tipo desnudo?”

Descubrió un fenómeno nuevo y alarmante en las comunidades pobres de Filipinas: el turismo sexual infantil vía cámaras web.

Segundos después, apareció una sola palabra: “Sí”. A petición de la niña, la conversación pasó rápidamente a Skype. Hansen la llamó desde su cuenta personal, donde constaban su nombre, foto y ubicación.

“Estoy con mi hermana; ella tiene ocho años”, escribió la niña filipina. “Si usted gusta, haremos un show sexy de 20 minutos por dos dólares”.

“Bien, hazme una videollamada”, contestó Hansen, excitado.

Si la niña hubiera encendido la cámara web, él habría visto lo que esperaba: una niña delgada y morena frente a un teclado. Ella habría asentido complacientemente mientras ajustaba la cámara y escribía respuestas, y él, a miles de kilómetros de distancia, estaría negociando comprarla por unos dólares la hora. Pero nunca vería a la niña porque no iba a poder hacerlo: lo habían atrapado.

Dos años antes, Cebú, Filipinas

Hans Guijt estaba atónito. Como director de proyectos de la filial holandesa de Terre des Hommes (“Tierra de hombres”), una organización de ayuda a la infancia, llevaba años viajando a Filipinas a fin de ayudar a resolver el grave problema de prostitución infantil de ese país.

Terre des Hommes luchaba desde hacía décadas por proteger a niños vulnerables a través de sus filiales en Europa y Canadá. Hans era miembro de la organización desde 1999, y dirigía proyectos ambiciosos en diversas zonas del mundo. Antes de eso, este tenaz hombre, hoy de 58 años, había sido director de campañas de Greenpeace y tenía muchos logros en su historial. Sin embargo, mientras recorría los barrios pobres de Cebú, no entendía por qué casi habían desaparecido de las calles las niñas que antes vendían su cuerpo.

Algo más había cambiado. En casi todas las esquinas, donde antes se encontraba una casucha ahora había un “cibercafé”. Dentro de estos locales con techo de lámina había hileras de computadoras baratas que permitían usar Internet por unos cuantos centavos de dólar el minuto.

Hans vio que había niñas sentadas frente a las pantallas. A través de charlas con otras chicas en albergues y centros juveniles, descubrió un fenómeno nuevo y alarmante en las comunidades pobres de Filipinas: el turismo sexual infantil vía cámaras web.

El fácil acceso a la Red permitía a usuarios de cualquier país ver shows sexuales en vivo de un creciente número de niñas filipinas. Se negociaba una tarifa, y luego se pagaba a través de Western Union. El proxeneta u otra persona mayor de 18 años cobraba el dinero, y el show empezaba. Por lo general una o dos niñas sostenían una toalla extendida a modo de pantalla, delante de la cual otra niña se desnudaba y “actuaba” ante la cámara.

Mientras que algunas niñas hacían contacto por su cuenta, otras eran vendidas por proxenetas a través de las llamadas “ciberguaridas sexuales”, y a algunas más las ponían en venta sus propios padres.

De regreso en La Haya, Hans y su equipo pasaron seis meses investigando el fenómeno, y los hallazgos los horrorizaron. Decenas de miles de niñas en Filipinas sufrían de abuso sexual en línea, que causa tanto daño psicológico como el abuso físico.

La policía filipina poco hacía para detener la explotación. Se había sentenciado sólo a seis hombres por el delito, pero se calcula que, en un momento dado, podía haber hasta 750,000 sujetos en línea acechando niñas.

Decidido a divulgar la atrocidad, Hans invitó a dos periodistas holandesas a viajar con él a Filipinas para que vieran lo que estaba ocurriendo. Una de ellas, la reportera Elsbeth Stoker, escribió un artículo para el periódico danés de Volkskrant. Se publicó el 29 de mayo de 2012 con este encabezado: “Todos los hombres estaban desnudos y masturbándose”.

En la mañana de ese día Mark Woerde estaba bebiendo café y hojeando el periódico cuando de pronto el artículo de Stoker le llamó la atención. Como cofundador y director de estrategias de la agencia publicitaria Lemz, con sede en Amsterdam, Mark creía que los expertos en publicidad como él debían estar al servicio del bien. Siempre andaba en busca de proyectos nuevos. Mientras leía el artículo, la cabeza se le llenó de ideas. Buscó el número telefónico de Terre des Hommes y llamó.

Seis meses después, en una sala de la oficina de Terre des Hommes en La Haya, Mark Woerde se reunió con Hans Guijt y con el presidente y director ejecutivo de esa organización, Albert-Jaap van Santbrink.

Decenas de miles de niñas en Filipinas sufrían de abuso sexual en línea, que causa tanto daño psicológico como el abuso físico.

Así se creó a Sweetie

Mark expresó su opinión: creía que el problema del turismo sexual infantil en línea era la oferta y la demanda, y le parecía claro que debían abatir esta última. Tenía un plan: crear una niña virtual y usarla para infiltrarse en las salas de chat y atrapar a los sujetos que cometieran el delito de solicitar shows sexuales. Una vez que hubieran capturado los suficientes para probar la magnitud del problema, divulgarían sus hallazgos al público.

Al principio Albert-Jaap tenía dudas. Era un proyecto complicado para Terre des Hommes y, además, podría tener repercusiones legales. Pero Mark y Hans confiaban en que el plan funcionaría. Tras convencer a Albert-Jaap, Hans quedó al mando del equipo. Al final de la reunión la niña ya tenía un nombre: Sweetie.

Desde su inicio, en la primavera de 2013, el Proyecto Sweetie fue un esfuerzo conjunto. Terre des Hommes contribuyó con unos 450,000 euros (476,000 dólares) de principio a fin. Otros patrocinadores financiaron unos dos tercios de la campaña con donaciones de tiempo y servicios.

Mark, Hans y Albert-Jaap acordaron que el proyecto se mantendría en absoluta reserva hasta que concluyera. No querían que los depredadores en línea descubrieran su plan, y tampoco que ningún abogado los acusara de inducción dolosa a la comisión de un delito, o que la policía les exigiera no intervenir en su trabajo.

Mark incorporó al equipo a tres colegas confiables de Lemz, quienes en secreto acudieron a Motek Entertainment, una agencia especializada en modelado y animación tridimensional. El animador principal de Motek, Oshri Even-Zohar, aceptó con gusto unirse al proyecto, y entonces empezó la creación de Sweetie.

Oshri y otros tres artistas de Motek primero compilaron cientos de fotografías públicas de niñas filipinas, y con ellas diseñaron los rasgos faciales de Sweetie, desde los pómulos hasta el grosor de la piel. Luego hicieron un diseño bidimensional de la niña. La dibujaron y colorearon con distintas expresiones y desde varios ángulos. El equipo creó imágenes con una amplia gama de estados de ánimo —triste, contenta, avergonzada— e hicieron modelos en tres dimensiones.

El paso final era utilizar captura digital de movimientos para dar vida a Sweetie. Una actriz especializada en mímica representó 25 acciones que la niña podría realizar, entre ellos asentir, negar con la cabeza, sonreír, ajustar la cámara web, escribir, ponerse de pie y salir de cuadro. Se sincronizó cada acción con un comando del teclado para que las respuestas de Sweetie pudieran controlarse fácilmente en tiempo real. Todo el proceso llevó cerca de seis meses.

Y entonces Oshri presentó con orgullo a Sweetie a Mark, Hans, Albert-Jaap y al resto del equipo. La niña morena tenía que ser convincente. El animador la mostró en toda su gama de movimientos, y luego miró a su público: todos estaban sonriendo. Sweetie estaba lista.

Corría julio de 2013 y el equipo había alquilado una bodega vacía en el puerto industrial de Amsterdam. Tapiaron las ventanas con tablas. Cuando el arrendador hizo preguntas, Mark le dijo que estaban filmando un nuevo catálogo comercial y que querían mantenerlo en secreto.

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Luego llevaron allí computadoras portátiles, pantallas, enrutadores, equipo de seguridad en línea y cámaras web. Todas las laptops, menos una, estaban programadas con aparentes direcciones IP de Filipinas, y la restante, que nunca se había conectado a Internet y, por tanto, no podía ser pirateada, se aisló por completo. En ella se registraría la identidad de los depredadores cibernéticos.

Empieza la infiltración

Cuatro operadores especialmente seleccionados por Mark entraron a salas de chat de las que Hans sabía que eran centros de diversión de acechadores. Los operadores trabajaban en parejas. Mientras uno “entretenía” al acechador con Sweetie, el otro usaba pistas del chat para investigar en la Red e identificar al sujeto.

Hans vio cómo Sweetie ingresaba a su primera sala de chat. Apenas apareció su nombre de usuario, le llovieron peticiones para hacer contacto. Hombres de todos los rincones del planeta estaban dispuestos a compartir información personal —mensajes electrónicos, direcciones de Skype, nombres verdaderos, fotos de ellos desnudos— con tal de ver un show sexual en cámara web de una preadolescente.

Algunos exigían ver una foto de Sweetie antes de revelar su identidad. Cuando lo hacían, ella aparecía. Las teclas que oprimían los operadores guiaban sus movimientos.

Hans no podía creer las peticiones obscenas que hacían esos sujetos: bestialismo, escenas de violación, violencia… Más horror sentía por el hecho de que él mismo era padre. Sus hijos mellizos tenían casi la misma edad que Sweetie.

Hombres de todos los rincones del planeta estaban dispuestos a compartir información personal con tal de ver un show sexual en cámara web de una preadolescente.

La operación siguió durante 10 semanas. Sweetie entró sólo a 19 de las 40,000 salas de chat que el FBI calcula que frecuentan los depredadores. Sin embargo, interactuó nada menos que con 21,172 hombres.

En la laptop aislada figuraban las identidades reales de más de 1,000 acechadores sexuales de 71 países. Allí figuraba el nombre y la ubicación de Scott Robert Hansen.

El 4 de noviembre de 2014, en la sede de Terre des Hommes, Albert-Jaap miraba a una multitud de reporteros y cámaras de televisión que rodeaban el podio donde se encontraba. Tras ajustar el micrófono, dio a conocer una historia que en cuestión de días se volvería un fenómeno mediático mundial.

—Éste es el mayor caso de abuso sexual en la historia —dijo, y explicó cómo los investigadores de su organización habían identificado a tantos acechadores de niñas—. Hoy se entregaron a la policía grabaciones en video de estos depredadores.

La policía holandesa entregó los expedientes a la Europol. Los de sujetos no residentes en Europa fueron enviados a la Interpol, que los repartió a las autoridades de los países correspondientes. El archivo de Scott Robert Hansen llegó a la oficina de la Policía Federal Australiana.

Martes 21 de octubre de 2014, Queensland, Australia

Hansen miraba impotente cómo los agentes federales revisaban los archivos de su computadora casera porque sabía lo que encontrarían: 11 horas de las películas más depravadas de explotación sexual de niños, junto con 79 imágenes de pornografía infantil. Al final del día se hallaba bajo custodia policial.

El martes 21 de octubre de 2014, la juez Julie Ryrie observó a Hansen desde su silla en el Tribunal del Distrito de Brisbane. El expediente indicaba que no era el primer delito que Hansen cometía. Se había exhibido desnudo ante niñas pequeñas en muchas ocasiones, e incluso había intentado raptar a una niña que volvía a casa de la escuela. Por esos delitos había ido a la cárcel.

Ahora afrontaba cargos no sólo por posesión de material de explotación infantil y violación de libertad condicional, sino también por “usar un servicio de difusión para transmitir comunicaciones obscenas a una persona menor de 16 años”.

Hansen había usado Internet para enviar por Skype videos impúdicos de sí mismo a Sweetie; sin embargo, esta “persona” no era una niña, sino un grupo de hombres que se hacían pasar por una. Hansen ya se había declarado culpable de los tres cargos, ¿pero qué sentencia dictaría la juez sabiendo que Sweetie no era una niña de carne y hueso?

En su alegato final, la fiscal Laura-Leigh Manville describió los actos obscenos que Hansen había realizado ante la cámara y ante Sweetie, creyendo todo el tiempo que ésta era una niña filipina, y solicitó a la juez considerar el caso como si Sweetie fuera una persona real.

¿Pero qué sentencia dictaría la juez sabiendo que Sweetie no era una niña de carne y hueso?

Al dictar sentencia, la juez Ryrie dijo que Hansen tenía “un largo historial de acechar niñas de distintas maneras”, y que el hecho de que la niña no fuera real era irrelevante. “Si usted creyó que era una niña de nueve años, entonces eso basta para aplicar la ley”, le dijo al acusado, y lo sentenció a un año de prisión. Fue la primera condena que aportó Sweetie.

Desde la sentencia de Hansen, se ha arrestado a hombres en Bélgica, Dinamarca, Reino Unido, Holanda, Polonia y Estados Unidos por sus interacciones con Sweetie, y se ha condenado al menos a nueve de ellos. Es probable que otros estén ya tras las rejas, pero no se sabe cuántos son exactamente porque ningún país está obligado a notificarlo a Terre des Hommes.

El trabajo de Sweetie apenas empieza. Ahora es un robot interactivo llamado Sweetie 2.0 que puede mantener conversaciones en línea convincentes sin un operador. En septiembre de 2016 comenzaron las pruebas de la nueva versión de la niña virtual, y se espera que concluyan pronto. Se entregará a Europol e Interpol información sobre los peores reincidentes identificados durante las pruebas, y se ofrecerá el programa informático a las policías de todo el mundo.

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“Uno de cada cuatro individuos que empieza viendo pornografía infantil acaba escalando al abuso sexual físico de niños. Una intervención oportuna de la nueva versión de Sweetie podría evitar eso”, dice Hans Guijt.

Con la colaboración de fuerzas policiacas internacionales, Sweetie 2.0 tiene el potencial de hacer que depredadores como Hansen lo piensen dos veces antes de intentar abusar de niñas al otro lado del mundo.

Conoce a Sweetie

Staff

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