Lo que ha hecho que un relato como ese, tan hijo de su tiempo de Revolución Industrial, sea tan atemporal es que toca un tema ganador y siempre irresistible: la redención.
Belleza inesperada, reinterpretación cinematográfica y modernización de este cuento –dirigida por David Frankel (El diablo viste a la moda)– desafortunadamente, no contará con la misma suerte.
Y es una lástima. Sobre todo porque su materia prima es una bomba de emoción y sentimentalismo, formada por todos los elementos necesarios para convertirse en la cinta navideña y emotiva de 2016: los puntos básicos y mensaje de Cuento de Navidad; un Will Smith en modo melodramático a la En busca de la felicidad y Siete almas; además de un elenco de ensueño. Helen Mirren, Kate Winslet, Edward Norton, Jacob Latimore, Keira Knightley y Michael Peña lo completan, pero permanecen desperdiciados.
Tal como el cascarrabias clásico, Howard es un hombre exitoso (ejecutivo de publicidad, en este caso), pero su miseria es otra: su egoísmo y sus ánimos de no conectar con ningún ser humano no vienen de la ambición o la arrogancia, sino del dolor.
Una tragedia del pasado lo ha convertido prácticamente en un muerto viviente, incapaz de valorar o de interesarse por lo que sucede a su alrededor.
Sin embargo, dicha promesas se ahogan en el lugar común, en un argumento ferozmente dispuesto a servir dos objetivos un poco contradictorios y que lo hacen tropezar una y otra vez.
Por un lado, hay un esfuerzo al inicio de la cinta por tener un realismo desconcertante, y un poco aguafiestas –sin revelar más detalles–, que se contrapone con la forma en que la película ha sido promocionada, sobre todo en cuanto al contacto que Howard tiene con tres conceptos milenarios: el Amor (Keira Knightley), la Muerte (Helen Mirren) y el Tiempo (Jacob Latimore).
Para sacarlo del espasmo, los compañeros de oficina de Inlet –en un acto que los convierte quizá en los peores amigos que hemos visto en pantalla últimamente–, conspiran para ponerlo en situaciones comprometedoras, a fin de salvar a la empresa de la quiebra. Sin embargo, es una lección que la cinta intenta explorar aferrándose al lado melodramático y evangelizador, lo cual resulta en una mezcla rara de cinismo y lágrimas.
Dichos amigos son interpretados por Norton, Peña y Winslet, grandes actores que siempre es un gusto ver en pantalla pero que aquí hacen lo que pueden con sus limitados roles.
De pronto, hacia el final, la cinta recuerda en medio de este embrollo que esto debería tratarse del renacer de Howard. Sólo entonces pone más énfasis en el otro objetivo, pues el argumento empieza a buscar forzadamente la magia y la lágrima, a presionar la epifanía, por medio de diálogos predecibles y giros manipuladores. Cada paso que da el guión se percibe calculado, artificial, lleno de frases que se anuncian como pedazos de sabiduría, pero que resultan genéricas.
Desafortunadamente, ni el bonche de estrellas en los créditos de esta cinta ayudan a llevar a buen puerto a esta historia sobre la conexión, que, paradójicamente, no logra conectar sus elementos para transmitir su mensaje inspirador.
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Jessica Oliva, tomado de cinepremiere.com.mx
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