En la cúspide de uno de los monolitos más grandes del planeta se erigía una cruz prehispánica labrada en piedra. Su centro lucía un círculo delimitado por pétalos. Ante ese objeto (la Peña de Bernal) se arrodillaba la cultura otomí-chichimeca, que mantenía una relación de respeto con el medio ambiente. Pero los conquistadores españoles llegaron a esa zona semidesértica e impusieron una figura católica.
El símbolo cambió, pero el ritual de los lugareños se mantiene intacto, así que cada año es posible observar en esta región del estado de Querétaro una tradición viva tan increíble que la Unesco decidió incluirla en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial.
La liturgia inicia un domingo antes del primero de mayo; la cita es en la peña. Ese día los devotos bajan la pesada cruz de madera de su altar a fin de llevarla a Bernal y adorarla con rezos, danzas y cantos durante varios días. El culmen de esa celebración es el 3 de mayo, Día de la Santa Cruz, cuando cientos de fuegos artificiales iluminan el cielo.
Un día después, una procesión regresa el venerado lábaro a las alturas. “¿Cómo cree usted que lo suben por la peña?”, me pregunta el guía de turistas Jorge Luis Camacho Anaya, quien no espera la respuesta y me cuenta que las personas piensan que los lugareños emplean poleas o hasta helicópteros para lograr su cometido.
No, nada de eso se utiliza, apunta. Los descendientes del pueblo otomí-chichimeca —hombres conocidos como escaloneros— simplemente se recargan en el pedrusco y se pasan la cruz de mano en mano sin otra protección que su fe: el objeto llega a pesar hasta 120 kilos al agregar la base.
La procesión a esa roca sagrada es una súplica a la divinidad. Imploran protección, continuidad de su linaje, pero, sobre todo, agua: un recurso invaluable en el semidesierto queretano.
El ascenso por el enorme mineral es una hazaña, especialmente en los últimos 45 metros. Estos hombres caminan con su carga por una pendiente pronunciada. Pese a la dificultad de la peregrinación, nunca ha habido un accidente, por lo menos durante la celebración, asegura Camacho Anaya.
Aunque el monolito es quizá lo más reconocido de Bernal —un sitio pintoresco que fue reconocido como Pueblo Mágico—, dicha formación mineral aún encierra misterios. Hay dudas sobre su origen, edad y composición debido a que no ha sido estudiada ni analizada a profundidad.
Jorge Luis cuenta que hay quienes afirman que el centro es de cuarzo amatista y que su origen es un volcán subacuático o acuático que estuvo en constante erupción hasta que se petrificó y adoptó su configuración. De ahí el término “monolito”, que significa “monumento de piedra de una pieza”.
Rubén Ramírez Gutiérrez es otro guía de turistas; él se encarga de explicar los detalles sobre la roca en un recorrido que dura 60 minutos. “Algunas personas creen que proviene del espacio, pero no es así”, puntualiza, y enseguida señala que tiene una antigüedad de 65 millones de años, ya que surgió entre las eras jurásica y cenozoica.
Esta roca, que se eleva 433 metros sobre el altiplano del pueblo y 2,515 metros sobre el nivel del mar, está llena de leyendas. Algunas son verídicas; otras, inverosímiles, como los avistamientos de ovnis o la supuesta longevidad que otorga a los habitantes de la comunidad.
Ramírez Gutiérrez asevera que la roca —cuyo peso se estima en 4 millones de toneladas— es un punto magnético de la Tierra gracias a los microminerales que contiene. Si bien no pude encontrar evidencia sólida que respaldara dicha afirmación, lo cierto es que Bernal atrae a miles de personas cada año con el objeto de conocer un atractivo destino turístico. Además, es una joya para los amantes de la escalada y el ecoturismo.
Existen 24 rutas de ascenso, unas más difíciles que otras, pues ciertas partes presentan inclinaciones que van directo al vacío. Ante el riesgo que suponen, quienes se aventuran deben firmar una responsiva. Para subir la peña caminando solo hay un acceso en el lado izquierdo.
Otros senderos están destinados a los recorridos guiados que se realizan en autos eléctricos tipo safari. De esta manera es posible desplazarse por varios puntos de la formación mineral en pocos minutos. Mientras subes, no te pierdas la vista de Bernal, una villa que fue fundada por razones eminentemente militares: gracias a su altura servía como base para alertar sobre cualquier incursión.
La peña de Bernal marca el inicio de la Sierra Gorda, un área natural protegida debido a su enorme riqueza de flora y fauna. Por desgracia, algunas de las especies que alberga se encuentran en peligro extinción, así que observa bien la vegetación; en poco tiempo podría desaparecer.
Los cactus, por ejemplo, están amenazados debido a su explotación desmedida. El asiento de suegra —que en realidad es una biznaga, denominación genérica de las cactáceas con forma de bola— crece apenas 5 centímetros por año. Si no conoces esta planta, pídele al guía que te la enseñe y te cuente sobre ella; el origen de su nombre es muy curioso.
Cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo, querían apropiarse de las indígenas más jóvenes, así que sus madres las escondían en los montes de la región. Al darse cuenta de la treta, los conquistadores amenazaron a las mujeres con sentarlas en ese cactus redondo con innumerables espinas si no revelaban el escondite de sus hijas.
“No dudo que hayan sentado a varias”, especula Jorge Luis Camacho Anaya. Sin embargo, el asiento de suegra no solo sirve como instrumento de tortura, ya que también ofrece grandes placeres: de ahí se extrae el acitrón, un dulce típico mexicano que antes no podía faltar en la rosca de Reyes y picadillos con los que se rellenan los chiles en nogada y el pavo navideño. Cabe mencionar que, hoy en día, esta es una especie protegida cuyo aprovechamiento y comercio ilegal es un delito que se castiga con la cárcel.
Durante la primera parada del recorrido podrás fotografiarte sentado en bancas rústicas de madera con una vista espectacular de la peña como fondo, mientras que en el segundo punto es posible contemplar el Pueblo Mágico desde un mirador.
En la peña de Bernal hubo asentamientos humanos. Así lo demuestran tanto el humo impregnado en la roca como los objetos encontrados: molcajetes, vasijas y metates, entre otros. Algunos de ellos se exhiben en el Museo Regional de Querétaro de Santiago de Querétaro, ciudad ubicada a 59 kilómetros de Bernal.
Hay unas 200 rocas desprendidas en las faldas; algunas de ellas fueron usadas como cuevas por la cultura que aquí habita. En uno de esos fragmentos se aprecia una diminuta pintura rupestre, vestigio de la cultura otomí-chichimeca; Ramírez Gutiérrez explica que se trata de una figura humana que tiene la peña de Bernal —pirámide natural de los lugareños— sobre la cabeza, así como rayos solares.
La pintura con la que se plasmó ese dibujo —que representa el equinoccio de primavera, fecha importante para la cultura de la región— fue preparada con pulpa de nopal, huevo de algún ave local, tezontle y pigmentos de maguey y grana cochinilla.
Al lado de la figurilla roja hay un dibujo que causa aun más sorpresa entre quienes lo observan: se trata de una burda telaraña trazada con pintura en aerosol color negro. El guía bromea al respecto: “La figura humana fue creada por los chichimecas hace 13 siglos, mientras que esta obra negra fue elaborada hace 16 años por los chichinacos”, un juego de palabras con el mexicanismo “naco”, que la Academia Mexicana de la Lengua define con dos acepciones: “que no es educado” y “que es de mal gusto”.
A raíz de ese acto vandálico, las faldas de la peña están restringidas y protegidas; ya no es posible acampar ni entrar libremente a la zona. No te preocupes: los 365 días del año hay servicios guiados.
Sin duda, el lugar más místico del recorrido es la cueva de La Calavera. Tiene ese nombre porque el agua y el viento erosionaron la roca y crearon una figura semejante a lo que los médicos llaman hueso esfenoides: un componente del cráneo situado a la mitad de dicha estructura.
“Es un capricho de la naturaleza, como las estalactitas o las estalagmitas”, dice Ignacio Salas, el hombre encargado de hablar de la historia de ese sitio y quien, si lo deseas, puede hacerte un ritual de armonización con un poco de copal y plumas de águila.
Los antiguos habitantes del lugar pensaban que la figura tallada en la roca era un murciélago del inframundo, así que la veneraban y le hacían ofrendas implorando salud.
El espacio también fungió como sala de parto. Las chichimecas daban a luz de pie o en cuclillas —la forma más antigua de hacerlo— mientras eran asistidas por un chamán o una partera, quienes hervían plantas medicinales (e incluso peyote) a fin de aminorar el dolor y colocaban a la mujer encima de esos vapores. Ya nacida la criatura, la madre la amamantaba ahí mismo en agradecimiento a los dioses.
Esos sucesos, comenta Ignacio Salas, se verificaron cuando Bernal fue declarado Pueblo Mágico en 2006. Se analizaron muestras de las piedras y el resultado arrojó restos de líquido amniótico. “Comprobaron lo que ya se sabía a través de la tradición oral”, destaca, orgulloso.
Bernal es considerado el corazón del semidesierto queretano por su ubicación e importancia. Además de albergar ese monolito que tanta fama le ha dado en el mundo, es poseedor de una bóveda celeste envidiable para la práctica de la astronomía.
La escala de Bortle mide el brillo del cielo nocturno. Tiene nueve niveles: el primero describe los más oscuros en la Tierra; el noveno es el que se percibe desde el centro de una ciudad. Bernal cuenta con un cielo rural o clase 3, una categoría muy buena que permite la observación, a simple vista, de la Vía Láctea o la galaxia de Andrómeda, ubicada a 2.5 millones de años luz, el objeto celeste más lejano que podemos apreciar con nuestros ojos, explica Juan Martín Morales Camarillo, coordinador del Club Astronómico Bernal.
Si quieres vivir Bernal más allá de su peña, aprovecha el patrimonio universal que supone el firmamento y acércate a los eventos astronómicos que buscan convertir a Querétaro tanto en un pionero del turismo de estrellas como en la creación de reservas de cielos oscuros, los cuales cada vez son más escasos en el mundo.
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