Como los automóviles en una calle citadina, las llamadas de una red telefónica local viajan por un camino de dos sentidos. Las llamadas que viajan de un transmisor a un receptor usan el mismo grupo de cables. Las llamadas de larga distancia unen dos redes locales y, como los coches en una autopista, siempre deben viajar en caminos bastante separados para cada dirección.
Al final de una autopista, el tránsito se canaliza a calles de dos sentidos por glorietas y otras intersecciones. En una llamada de larga distancia, un circuito llamado de actos híbridos transforma, de igual manera, los caminos de uno y otro sentidos en mismo grupo de cables. Pero una pequeña proporción de la señal que entra puede filtrarse y aparecer como una señal de salida, que regresa en forma de eco.
Esto no suele interferir porque éste llega con demasiada rapidez para ser notado; sin embargo, en un circuito largo el tiempo acumulado de retraso es importante y la señal de salida es demasiado perceptible y molesta.
Un satélite puesto en órbita se encuentra a 36,700 km de la Tierra, y una onda de radio, que viaja a la velocidad de la luz, tara 0.3 segundos en llegar a él. Esta señal de enlace es amplificada por el radiofaro de respuesta del satélite. Entonces se transmite a la Tierra en una frecuencia distinta en el enlace abajo, lo que toma otros 0.3 segundos, así que la transmisión completa tarda 0.6 segundos.
Cualquier eco tarda exactamente lo mismo en regresar, y usted escucha su última palabra 1.2 segundos después de haberla pronunciado.
Los ingenieros en telecomunicaciones combaten este problema con un cancelador de ecos, aparato que compara las señales de entrada y de salida. Si detecta un empate, crea una imagen de espejo electrónico de la señal de entrada y la ajusta a la de salida, lo que cancela el eco.
Los servicios telefónicos del mundo conforman una enorme red de cables y alambres que circundan el globo, aunque los enlaces ya no son sólo metálicos. Cada vez se usa más el cable de fibra óptica que transmite impulsos luminosos a través de filamentos de vidrio del grueso de un cabello humano.
Al igual que esta masa de cables, nuestro mundo depende de enlaces invisibles, por microondas de radio y por satélite. El primer satélite de telecomunicaciones, el Telstar, puesto en órbita en 1962 por la Compañía Estadounidense de Teléfonos y Telégrafos, era capaz de enlazar una docena de conversaciones telefónicas simultáneas entre Estados Unidos y Europa.
El Intelsat 1, puesto en órbita en 1965, podía manejar un canal de televisión o 240 enlaces telefónicos a través del Atlántico. El 19 de noviembre de 1993 México puso en órbita el primero de su segunda generación de satélites: el Solidaridad 1, con capacidad para transmitir voz, imagen, audio de alta calidad y fax, además de servicios digitales integrados.
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