¿Por qué algunas personas ayudan y otras no? La ciencia responde

No todos reaccionamos igual ante el sufrimiento ajeno. Algunas personas se detienen a ayudar, otras siguen su camino. Esta diferencia, que también ocurre en animales sociales, tiene una base más profunda que el simple deseo de “hacer lo correcto”. Y entonces ¿Por qué algunas personas ayudan y otras no?

De acuerdo a un nuevo estudio publicado en The Journal of Neuroscience en el que se revela que la conducta prosocial está relacionada con la actividad de ciertas regiones del cerebro y con la presencia de receptores de oxitocina, la llamada “hormona del apego”.

El experimento, realizado con ratas, consistió en observar qué animales liberaban a un compañero atrapado en un compartimento transparente. Más del 30% de las ratas no ayudaron nunca, pese a tener la oportunidad. ¿La razón? Su cerebro no estaba tan preparado para cuidar.

Más sociabilidad, más ayuda

Los investigadores descubrieron que las ratas que ayudaban eran también las que mostraban más interés por el contacto social desde el inicio. Este hallazgo sugiere que el deseo de ayudar no se basa solo en reconocer el sufrimiento del otro, sino en sentir una conexión social previa.

Las regiones del cerebro que se activaban durante el acto de liberar a un compañero eran las mismas que se asocian a la empatía y la motivación en humanos: la corteza cingulada anterior, la ínsula, la corteza orbitofrontal y el núcleo accumbens. Estas zonas forman una red prosocial que parece estar más desarrollada en quienes tienden a cuidar.

La oxitocina, un factor clave  de por qué algunas personas ayudan y otras no

Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio fue la relación entre la conducta de ayuda y la cantidad de receptores de oxitocina en el núcleo accumbens, una región del cerebro asociada a la recompensa y el apego. Las ratas con más receptores de oxitocina eran también las que más ayudaban.

Cuando los investigadores bloquearon genéticamente las neuronas que producen oxitocina, la conducta de ayuda no desapareció por completo, pero sí se redujo la sociabilidad general. Esto confirma que la oxitocina no solo potencia la empatía, sino también el deseo de acercarse y conectar con otros.

¿Un cerebro programado para cuidar?

La actividad cerebral observada en las ratas “abridoras” —aquellas que ayudaban— fue significativamente más alta en las zonas asociadas al bienestar ajeno. Y aunque la genética o el sexo no marcaron diferencias notables, sí lo hizo el nivel de sociabilidad previa y la química cerebral.

El estudio sugiere que la ayuda no es un acto automático, sino el resultado de un cerebro socialmente motivado. El vínculo, más que la emoción, parece ser el motor de la acción.

¿Qué implicaciones tiene para los humanos?

Aunque se trata de un experimento en animales, los hallazgos tienen paralelos con el comportamiento humano. Las mismas regiones cerebrales implicadas en la empatía de las ratas están activas cuando los humanos ayudan o cooperan. Esto sugiere que la variabilidad en la empatía humana podría estar determinada en parte por factores biológicos, como la cantidad de oxitocina o la historia social del individuo.

En una sociedad cada vez más polarizada, estos datos nos invitan a pensar que fomentar el apego, la conexión y la cooperación puede tener beneficios reales, incluso a nivel cerebral. Crear entornos donde florezca la empatía podría fortalecer los lazos sociales y motivar a más personas a ayudar.

Ayudar también se puede aprender

La buena noticia es que el cerebro prosocial no es un destino fijo. Si bien algunas personas parecen tener una predisposición biológica a cuidar, también es posible fortalecer las redes neuronales de la empatía a través de la educación emocional, la experiencia y la conexión con otros.

Ayudar no siempre es instintivo, pero puede convertirse en una decisión más frecuente si comprendemos cómo funciona el cerebro del cuidado. Y ese conocimiento, hoy más que nunca, puede ser clave para construir sociedades más solidarias.

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