¿Por qué algunas personas reaccionan mejor ante la pandemia?
Existen personas que han sacado ventaja de las circunstancias. Pero también hay quienes tienen dificultades para sobrellevar las restricciones.
Han transcurrido cerca de tres meses desde que inició el confinamiento en México debido a la pandemia y entre los especialistas en salud mental surge una pregunta: ¿Por qué algunas personas reaccionan mejor que otras ante el encierro prolongado y la incertidumbre?
Sin duda el campo de la salud mental está viviendo tiempos interesantes, pues las reacciones ante el confinamiento han sido diversas.
Existen personas que han mostrado una amplia capacidad para sacar ventaja de tan extraordinarias circunstancias. Están cómodas con la tecnología disponible para el teletrabajo, aprovechan el tiempo que habrían otorgado al traslado a su lugar de empleo para relajarse, hacen ejercicio, cocinan, pasar tiempo con la familia o incluso aprender nuevas habilidades mediante cursos en línea que se ofrecen de forma gratuita, explica la Dra. Daniela Flores Mosri, académica de la Universidad Intercontinental e investigadora en Neuropsicoanálisis.
Pero existen personas con dificultades para sobrellevar las restricciones, ejemplificadas en reportes de
Si bien se nos han propuesto eficientes medidas de higiene para amortiguar el peso de tan relevantes implicaciones, todo recurso se agota tras semanas que se vuelven meses de condiciones extrañas al concepto que teníamos sobre la vida.
Hacer planes se vuelve un absurdo en cuanto no hay fuente confiable de información que garantice la viabilidad de las metas que uno pueda proponerse. Coincidente y difícilmente el ser humano depende de su capacidad predictiva.
Luego de varios meses hoy esperamos ansiosos que se levanten las restricciones, agotados de semanas de encierro y de la ansiedad que produce la incertidumbre del contexto vigente.
Sin embargo, resulta también una fuente de temores pensar que simplemente saldremos del confinamiento a retomar las actividades antes de que esté disponible una vacuna o tratamiento específico para la Covid-19.
De ahí la vivencia de conflicto derivada de la paradoja: si no salimos, tendremos un mayor deterioro de la vida cotidiana por la falta de empleo y por la sensación de desesperación que producen el encierro prolongado y el aislamiento social. Pero si salimos corremos un alto riesgo de contagios que implicaría la saturación de los servicios de salud y, en consecuencia, un aumento de víctimas mortales.
Parece tratarse de un problema sin solución evidente en el futuro inmediato.
La sensación de pérdida de control fácilmente contribuye a que surja cualquiera de los problemas mencionados, permitiendo pensar que la mayoría tendrían su origen exclusivo en las restricciones recomendadas para evitar el contagio de Coronavirus. Pero para dar respuesta hay que considerar factores múltiples que deben abordarse de forma tanto individual como grupal.
Una de las observaciones más frecuentes hasta el momento se basaría en la crisis actual, derivada de las crisis previas. En muchas ocasiones, los acontecimientos difíciles no son atendidos por las personas, ya que los recursos con los que suelen sobrellevarlos les permiten pensar que están superados o que, incluso, no corresponden a una crisis.
A partir de un análisis más detallado puede apreciarse que infinidad de personas que conservaban tales crisis bajo un relativo control, ahora se encuentran en un estado realmente de alerta debido a la sumatoria de eventos.
Posiblemente si ciertas familias no hubieran tenido que enfrentar el encierro prolongado no habrían experimentado de forma tan vívida los conflictos que se habían guardado por años.
p0oOtras personas no habrían sabido que les es tan intolerable la soledad y el distanciamiento de otros. Incluso algunos no habrían descubierto aspectos sintomáticos como depresiones, fobias, compulsiones, adicciones y trastornos de sueño.
El ser humano, como un organismo complejo, cuenta con la cualidad de experimentar subjetivamente los episodios de la vida, lo cual constituye su mente, cuya característica fundamental es otorgar valores a los acontecimientos que le acompañan para incrementar sus oportunidades de supervivencia.
Esos valores se sienten como cualidades afectivas que le indican si debe emprender conductas orientadas a la resolución de problemas. Sentirse mal orienta al movimiento con la finalidad de aliviar algún desequilibrio. Es este precisamente el punto en el que las restricciones por el Coronavirus limitan a la mente sobrepasando sus posibilidades resolutivas.
Tanto los problemas viejos como los nuevos topan con obstáculos que en este momento pueden impedir soluciones inmediatas o a mediano plazo, lo que incrementa los niveles de malestar.
Por lo anterior, se vuelve esencial comprender que lo que las personas están sintiendo es una reacción apropiada al contexto. Puede ser que los problemas previos se recrudezcan por las restricciones, provocando la sumatoria de crisis. Por tanto se requiere apoyo con los recursos disponibles:
El replanteamiento de la jerarquía de nuestros intereses se vuelve esencial en contextos de crisis.