A un visitante del espacio exterior podría perdonársele, al mirar el escaparate de una zapatería, que pensara que la mayoría de los pies humanos no están completos, y que el izquierdo y el derecho son exactamente iguales.
Es obvio que nuestros pies no son simétricos ni tienen la forma de una flecha. Sin embargo, con el paso de los siglos, la vanidad, la moda y la costumbre se han confabulado para dictar extrañas, y con frecuencia, insanas formas de zapatos para hombres y mujeres.
Pocas veces se ha dado prioridad a lo práctico. En la Europa del siglo XII, las mujeres que estaban a la moda usaban poulaines, zapatos largos y estrechos que comprimían casi todo el pie, excepto la parte más delgada. Dos siglos más tarde, el mismo tipo de zapato regresó con mayor impulso y se mantuvo hasta mediados del siglo XIV. Los historiadores encuentran la moda particularmente interesante porque la Iglesia la denunció como lasciva y provocadora.
Con frecuencia se ha considerado que un pie pequeño es conveniente en hombres y mujeres. Se dice que Petrarca, el poeta italiano del siglo XIV, quedó casi inválido por usar zapatos demasiado pequeños con el fin de “mostrar a su Laura un pie fino”.
La deformación del pie fue llevada a niveles extremos en China. Durante 1,000 años las mujeres soportaban que se les vendaran los pies en nombre de la belleza.
Con pies deformes y diminutos, que constituían una agonía al caminar, las mujeres chinas tenían mayores probabilidades de encontrar marido. Los pies pequeños también indicaban el nivel social, porque implicaban que las mujeres no tenían necesidad de trabajar. Esta costumbre fue proscrita cuando la dinastía Manchú fue destronada en 1911.
La mujer moderna imita el paso vacilante de las chinas cuando usa tacones altos que, contra lo normal, desplazan el centro de equilibrio hacia atrás. Desde su aparición, a fines del siglo XVII, los tacones altos han estado dentro y fuera de la moda occidental.
Las botas para hombres tenían tacones altos hasta mediados del siglo XIX porque ayudaban a mantener los pies cómodamente en los estribos cuando se cabalgaba.
La explicación de su continua popularidad entre las mujeres consiste en que esos zapatos incómodos favorecen una marcha vacilante, que algunos encuentran erótica. Como resultado, estudios realizados en Estados Unidos indican que las mujeres tienen cuatro veces más problemas de pies que los hombres.
El problema más común son los dedos en martillo, causados cuando zapatos en forma de flecha tuercen los dedos, forzándolos a curvarse.
Sin embargo, algunos signos indican que las mujeres comienzan a buscar la comodidad y lo práctico en el diseño de los zapatos, como lo demuestra la reciente popularidad del calzado deportivo y de uso diario para dama. Tal vez el pie humano, calzado con sentido común, conservaría su forma natural.
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