Parece complicado combatir las noticias falsas cuando todo —nuestros sesgos, los algoritmos y hasta los influencers— conspira para hacernos creerlas. Las redes sociales nos muestran justo aquello que refuerza nuestras ideas, y nuestro cerebro, ávido de certezas, tiende a aceptar lo que encaja con lo que ya piensa.
Aunque se suele culpar a los jóvenes de caer fácilmente en la desinformación, ningún grupo está exento. Estudios recientes muestran que hasta los estudiantes de Comunicación y los docentes pueden ser víctimas de noticias falsas. Nadie está completamente a salvo.
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El cerebro y la trampa del “tiene sentido”
Las noticias falsas se propagan con tanta rapidez porque apelan a nuestras emociones. Cuando una información nos causa sorpresa, indignación o miedo, el cerebro libera dopamina, lo que refuerza la sensación de que “tiene que ser verdad”. Además, solemos confiar en lo que nos resulta familiar o coincide con nuestras creencias, un fenómeno conocido como sesgo de confirmación.
Y si el mensaje lo comparte alguien que admiramos —un influencer, un amigo o un familiar—, la tendencia a creerlo aumenta. Las redes no solo amplifican las noticias, sino también nuestra confianza en quien las difunde.
Algoritmos: el espejo que distorsiona la realidad
Las plataformas digitales están diseñadas para mantenernos enganchados. Por eso, sus algoritmos priorizan aquello que nos interesa o con lo que interactuamos. El resultado: vivimos dentro de una burbuja informativa donde casi todo lo que vemos nos da la razón.
Esa ilusión de consenso (“todos piensan igual que yo”) es peligrosa, porque refuerza las creencias y vuelve más difícil cuestionar la veracidad de una noticia.
Cómo entrenar el pensamiento crítico
Antes de compartir o reaccionar a una publicación, vale la pena hacer una pausa y preguntarnos tres cosas básicas:
- ¿De dónde viene la información? Verifica si el medio o la fuente son confiables y si la noticia aparece en otros portales reconocidos.
- ¿Qué tan reciente es? Algunas noticias verdaderas se reciclan años después para generar confusión.
- ¿Apela más a mis emociones que a mi razón? Si algo te indigna o te emociona demasiado, probablemente fue diseñado para hacerlo.
Además, hay señales visuales que pueden alertarte: imágenes creadas con inteligencia artificial, titulares sensacionalistas o noticias “demasiado fáciles” de entender sobre temas complejos.
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El antídoto: educación y conversación
Combatir la desinformación no es solo tarea de los medios o las plataformas. También se construye en casa, en las aulas y en los espacios de diálogo. Comentar una noticia, analizarla o debatir sobre su origen puede ayudar a detectar errores y desmontar engaños.
Hay herramientas como Maldita.es, AFP Factual o Verificado.mx, que muestran que las noticias falsas no son ciertas y explican cómo identificarlas. Además, los pódcasts y cursos sobre cómo usar la tecnología de forma correcta ayudan a mejorar lo que los especialistas llaman “humildad epistémica”: reconocer que podemos cometer errores.
En un mundo donde la verdad compite con la viralidad, pensar dos veces antes de compartir puede ser un acto de responsabilidad. Las redes nos conectan, pero también nos ponen a prueba. Informarse con criterio es, hoy más que nunca, un ejercicio de inteligencia y empatía.