Seguramente dentro de tu grupo cercano de personas, conoces a alguien que raramente se enferma y quizás al que siempre está enfermo de algo, ( o tú eres alguno de ellos). Uno de los factores que pueden influir es la capacidad de mantener o restablecer las funciones inmunológicas, la llamada “resiliencia inmunitaria”, según un estudio que publica Nature Communications.
Pensemos, quizás durante la pandemia de COVID- 19 te tocó saber que muchas personas conocidas o no estuvieron expuestas al virus una y otra vez y, aun así, nunca enfermaron. Y por tu cabeza pasaban preguntas tales como: ¿se tomarán algo? ¿son inmune? ¿cómo es posible?
Bueno pues esta habilidad, que a veces incluso parece un superpoder, ha intrigado durante años a la comunidad científica porque, al menos hasta el momento, tan solo teníamos unas pocas pistas para entender qué puede haber detrás de este hecho. Entonces, ¿cuál es la razón por la que algunas personas enferman menos que otras?
La resiliencia inmunitaria es la capacidad de mantener una buena función inmunitaria, denominada inmunocompetencia, y minimizar la inflamación mientras se experimentan factores inflamatorios estresantes, explica Weijing He, coautor y científico investigador principal del Centro de Medicina Personalizada y la Fundación para el Avance de la Investigación en Salud de los Veteranos de la Administración de Veteranos.
Para responder a esta incógnita, un equipo internacional de investigadores ha analizado una gran variedad de estudios sobre cómo funciona el sistema inmunitario tanto en humanos como en animales. En total, recopilaron datos sobre más de 48.500 personas y múltiples modelos animales.
El análisis de esta información desveló que uno de los factores más importantes para mantenerse sanos no es tanto la fortaleza del sistema inmunitario sino su capacidad de adaptarse rápidamente para hacer frente a infecciones y procesos inflamatorios. Este fenómeno se conoce como resiliencia inmunitaria y, según explican los expertos, viene determinado mayoritariamente por factores hereditarios y se puede ‘monitorizar’ a través de los niveles de los linfocitos T y diferentes firmas genéticas.
Los autores sostienen que la resiliencia inmunológica podría utilizarse en el futuro para vigilar y, potencialmente, informar sobre el pronóstico y la gestión de los resultados sanitarios, incluida la esperanza de vida y la respuesta a las infecciones.
Sin embargo, es necesario seguir investigando para determinar la validez y utilidad de la medición de la resiliencia inmunológica para el diagnóstico, el pronóstico y la gestión de enfermedades inflamatorias e infecciosas.
El estudio también encuentra una correlación entre la resiliencia inmunológica y la esperanza de vida. Según argumentan los expertos que han liderado esta investigación, las personas con una alta capacidad de reaccionar tanto a las infecciones como a enfermedades inflamatorias también son las que, de media, viven más. Incluso en los casos donde se acaban desarrollando enfermedades como el VIH, gripe, covid-19, sepsis o cáncer de piel, estos individuos con alta resiliencia inmunológica son los que más probabilidades tienen de superar la afección con buen resultado.
De acuerdo a los expertos, esta característica se puede encontrar en personas de todas las edades, aunque podría ser más común entre las mujeres. Esta hipótesis coincide con otros estudios en los que también se señala que las mujeres tienen mejor inmunidad innata que los hombres (es decir, que su ‘primera barrera’ inmunológica frente a las amenazas externas suele ser más resistente y que, además, también tienen más herramientas para controlar una eventual infección y evitar que se expanda por el organismo).
Ante de llegar a este mundo, nuestro cuerpo empieza a desarrollar su sistema inmunológico. Es decir, un ‘escudo’ invisible diseñado para defender a nuestro cuerpo de virus, bacterias y otros agentes tanto internos como externos. Esta barrera protectora se configura, por una parte, en función de factores genéticos y, por otra parte, a través de elementos ambientales como, por ejemplo, hábitos como la alimentación, el ejercicio, el descanso y la gestión del estrés.
La fortaleza de nuestro sistema inmune, por paradójico que parezca, también depende de nuestro historial de enfermedades. Este fenómeno se conoce como inmunidad adaptativa y tiene que ver con la capacidad de nuestro organismo para recordar infecciones pasadas y evitar futuros contagios. En el caso del covid-19, por ejemplo, varios estudios apuntan a que las personas con alergias tienen un sistema inmune más preparado para desarrollar una respuesta celular rápida y potente hacer hacer frente a una infección por coronavirus. Lo mismo ocurre en el caso de los catarros, que fortalecen la inmunidad cruzada frente a virus parecidos y, por extraño que parezca, nos protegen frente a otras infecciones respiratorias.
Con información de ABC Salud y El País
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