Poco antes del 24 de diciembre comienzan a oírse por las noches las canciones de “La Rama”. Niños, jóvenes y hasta adultos se reúnen llevando un trozo de bambú engalanado con papel de china de colores, guirnaldas, globos y velitas.
Los grupos cantan coplas acompañándose de requintos, guitarras y panderos. Esta antigua tradición veracruzana, muy popular sobre todo en la parte de Jalapa, Alvarado, Tlacotalpan, Cosamaloapan, Medellín y La Mixtequilla, posee un origen oscuro y difícil de precisar.
Sin embargo, podemos suponer que, como tantas otras manifestaciones culturales, surge en México de la mezcla de las culturas negra, mesoamericana e hispana. Los “jaraneros” o “soneros” entonan sus versitos, alegres o melancólicos, frente a las casas de sus conocidos, quienes corresponden con dulces, monedas y hasta una merienda.
¿Por qué enviamos tarjetas de Navidad?
La estampilla de un penique, introducida en Inglaterra por Rowland Hill en 1840, fue sin duda lo que ayudó a difundir una costumbre que ahora es universal. Antes, sólo la gente rica podía permitirse el lujo de enviar por correo alguna forma de felicitación.
Las tarjetas navideñas se conocieron a partir de 1840. Wllliam Edgley, artista inglés, diseñó entre 1842 y 1848 lo que pudo haber sido la primera tarjeta navideña. Esta pieza se encuentra ahora en el Museo de Victoria y Alberto, en Londres.
En 1843 J.C. Horsley, un artista comisionado por sir Henry Cole, diseñó una litografía que decía: “Feliz Navidad y Año Nuevo para ustedes”. Tenía tres escenas que ilustraban el espíritu de la Navidad: una familia haciendo un brindis; otra en donde se daba de comer al hambriento, y una tercera, “vistiendo al desnudo”. Se vendieron mil tarjetas a un chelín cada una, y así se difundieron a todas partes del mundo.
¿Por qué se “pide posada”?
Según la tradición religiosa, las nueve posadas representan los días que van del 16 al 24 de diciembre, durante los cuales San José y la Virgen María buscaron asilo.
Poco a poco, la conmovedora historia de los días que precedieron al nacimiento del redentor dio origen a lo que es hoy una de las tradiciones más bellas y profundamente arraigadas en el sentimiento de los mexicanos.
Pedir posada consiste en llegar, con las figuras que representan a los Santos Peregrinos, frente a una casa y entonar allí letanías y villancicos en los que se pide abrigo y descanso.
Los del interior contestan y así se establece un alegre intercambio de versitos que culmina cuando se abren las puertas y los peregrinos entran; los niños rompen la piñata, se toma ponche y se comen dulces.
En México, esta práctica fue iniciada por los monjes agustinos en tiempos de la Colonia; entonces se celebraban misas de aguinaldo durante nueve días seguidos.
Más tarde, en las grandes haciendas se añadió a esta costumbre colorido y música popular. Los campesinos, aunque más modestamente, también aprendieron a celebrar los días previos a la Navidad, y paulatinamente se generalizó esta tradición que ha llegado hasta nuestros días.
Es difícil determinar el origen de esta festividad, pero es muy probable que se iniciara en Andalucía y que pasara al Nuevo Mundo con los colonizadores.
También es posible que esta celebración haya coincidido con alguna tradición indígena prehispánica, ya que el pueblo mexicano la acogió con gran entusiasmo, cosa que no sucedió con otras fiestas como Corpus o Pentecostés, que sí se celebran en otros países cristianos.
Según los historiadores, los aztecas festejaban el nacimiento de Huitzilopochtli, que era el dios de la guerra, en los mismos días en que se celebraba la Navidad en Europa.
Los indígenas preparaban banquetes e intercambiaban, a manera de regalo, figuras pequeñas que representaban ídolos, hechas de maíz azul y miel de maguey.
Los frailes agustinos, deseosos de difundir la nueva religión, aprovecharon el ánimo festivo que ya tenía el pueblo mexicano en estos días y se dieron a la tarea de representar, durante estos nueve días, las jornadas que José y María cubrieron en su viaje de Nazaret a Belén.
Estos nueve días simbolizaban los meses de embarazo de la Virgen María. Asimismo, y con la autorización del papa Sixto V, se comenzaron a celebrar en la Nueva España las misas “de aguinaldo” en los nueve días anteriores al 25 de diciembre.
Las posadas se adueñaron de todos los espacios y pronto de calles, plazas, zócalos y patios, no sólo las casas fueron escenario de la bendita representación.