¿Por qué en otoño tenemos más sueño? La ciencia tiene la respuesta
El otoño no solo trae hojas doradas, también más ganas de dormir 😴. Conoce por qué pasa y cómo aprovechar esta estación para recargar cuerpo y mente.
El otoño tiene un encanto innegable: hojas doradas, tardes frescas y esa sensación de renovación que invita a hacer pausas. Pero junto con su belleza, muchas personas notan un cambio curioso: más cansancio, más sueño y menos energía. Si últimamente sientes que podrías dormir todo el día, no estás solo.
La explicación está en cómo nuestro cuerpo reacciona a los cambios de luz, temperatura y rutina.
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Con los días más cortos, la exposición natural al sol disminuye, lo que reduce la producción de serotonina, la hormona que mejora el estado de ánimo y la energía. Al mismo tiempo, el cuerpo produce más melatonina, conocida como la “hormona del sueño”.
Según estudios de la Sociedad Española de Sueño, durante el otoño y el invierno pasamos más tiempo en la fase REM (la del sueño profundo), lo que explica por qué sentimos una necesidad mayor de descanso.
El descenso de la temperatura es otro factor clave. Dormir en ambientes frescos (entre 16 y 18 °C) ayuda al cuerpo a regular su temperatura interna, condición ideal para un sueño reparador. Por eso, el aire otoñal actúa como un sedante natural que favorece el descanso y la relajación.
Después del verano, llega el regreso a la rutina laboral o escolar. Pasamos de horarios flexibles y días largos a actividades más estructuradas y menos luz solar. La osteópata Bethany Lawrence lo llama un “latigazo meteorológico y social”: una doble adaptación —climática y de hábitos— que puede generar fatiga acumulada.
A partir del 22 de septiembre, el otoño avanza hasta el 21 de diciembre, cuando los días se reducen a apenas nueve horas de luz. Este cambio afecta no solo el sueño, sino también el estado de ánimo.
Menos serotonina puede provocar apatía, irritabilidad o tristeza, e incluso desencadenar el trastorno afectivo estacional (TAE), una forma leve de depresión vinculada a la falta de luz solar.
Aunque el cuerpo pida más sueño, excederse puede tener el efecto contrario: más flojera y menos energía durante el día. Dormir en exceso altera el reloj biológico y afecta la concentración, el estado de ánimo y el sistema inmunológico, algo importante durante la temporada de gripes y resfriados.
Hay maneras sencillas de atravesar el otoño sin rendirse al sueño constante:
Busca la luz natural: sal a caminar, aunque el día esté nublado. La luz regula tu reloj circadiano.
Mantén horarios constantes: acuéstate y despierta a la misma hora todos los días.
Haz ejercicio diario: moverse mejora el descanso nocturno y reduce la fatiga.
Cuida tu alimentación: incluye alimentos ricos en triptófano (nueces, avena, plátano) para estimular la melatonina.
Ajusta el ambiente: duerme en un cuarto fresco, oscuro y silencioso.
Evita siestas largas: si las tomas, que no pasen de 30 minutos.
Nuestro sueño está regulado por dos sistemas: el proceso homeostático, que acumula la necesidad de dormir a lo largo del día, y el proceso circadiano, que marca cuándo debemos dormir o despertar según la luz. En otoño, la interacción entre ambos cambia, inclinando el cuerpo hacia un ritmo más pausado y un mayor deseo de descanso.
El otoño nos invita a bajar el ritmo y reconectar con el descanso. Menos luz, temperaturas suaves y rutinas nuevas crean el escenario perfecto para que el cuerpo pida pausa. En lugar de luchar contra el sueño, escucha a tu organismo: tal vez solo te está recordando que también necesitas tiempo para renovarte.