¿Por qué florecen repentinamente los desiertos?
Un metro cuadrado de suelo del desierto contiene habitualmente miles y miles de semillas producidas por plantas que crecen con asombrosa rapidez.
Un metro cuadrado de suelo del desierto contiene habitualmente miles y miles de semillas producidas por plantas que crecen con asombrosa rapidez después de las lluvias estacionales. Algunas tienen un desarrollo tan acelerado que brotan, florecen y dan semilla en menos de dos semanas, transformando rápidamente estos parajes desnudos en espectaculares jardines llenos de fragancia y color.
Por lo general, las semillas no germinan en cuanto las toca el agua: la mayoría necesitan estar bien empapadas. La cubierta de las semillas de algunas especies contiene un producto químico inhibidor que debe ser lavado por el agua para que puedan germinar, lo que garantiza que cuando emerjan las plántulas habrá en el suelo suficiente humedad para que crezcan normalmente.
En los desiertos, la mayoría de las semillas no brotan después de las primeras lluvias que siguen a su formación, sino durante las segundas y algunas permanecen en la tierra varios años en espera de que las condiciones sean adecuadas.
Muchos animales huyen del abrasador sol del desierto haciendo madrigueras subterráneas; lo sorprendente es que cierto grupo de plantas originarias del suroeste de Africa también se refugien bajo tierra. Algunas piedras vegetales, como se llama a estas plantas, crecen enterradas en la arena sólo dejando unas ?ventanas? ?partes de las hojas por las que puede entrar la luz? expuestas en la superficie.
Otras se parecen tanto a los guijarros y piedras sembrados por el desierto que es imposible distinguirlas hasta que florecen. En ese momento, las puntas de las hojas se separan y dejan que emerja un capullo notablemente grande.
Muchas piedras vegetales viven en regiones donde el promedio de lluvia anual suele ser de menos de 10 milímetros y se mantienen gracias a la humedad de la niebla que avanza desde el mar. Necesitan, pues, reducir la exposición al sol para disminuir la pérdida de humedad, y eso lo consiguen enterrándose en su ?madriguera?.
Los árboles de hoja ancha característicos ?digamos, un arce que crece en campo abierto? no prosperan en los desiertos porque sus amplias copas permiten que se evapore demasiada agua de las hojas; en cambio, sí se desarrollan bien diversas especies de acacias. La mayoría de ellas tienen las hojas pequeñas y la copa en forma de sombrilla; cuando la cantidad de agua disponible resulta insuficiente para sus necesidades, las hojas se pliegan, cuelgan y terminan por caer. Después de las lluvias, aparecen nuevas hojas.
Muchas de las plantas arbóreas que crecen en los desiertos tienen un aspecto muy extraño. El tronco de los baobabs de Africa es enormemente voluminoso y su madera esponjosa. El cirio de Baja California es todo tronco y en él almacena agua; tiene sólo unas cuantas ramas delgadas y espinosas que dan hojas únicamente cuando abunda el agua.
El ocotillo, que pertenece a la misma familia que el cirio, es un manojo de tallos rígidos y leñosos sin hojas durante la mayor parte del año, pero que resplandece de flores escarlata cuando llegan las lluvias. Los árboles de Josué del suroeste de Estados Unidos y los kokerbooms de Africa suroccidental (llamados también árboles carcaj porque con su médula fibrosa hacen sus aljabas los indígenas) son también árboles del desierto.