¿Por qué los tomates se comen como verduras y no como frutas?
El interés de los cocineros reside en el sabor y nutrición de los tomates. El gusto es más salado que dulce, por lo que se le considera una verdura.
Botánicos y cocineros utilizan dos sistemas de clasificación enteramente distintos. La botánica afirma que un fruto es cualquier parte de la planta que se desarrolla de un ovario. Para los botánicos, esto establece la norma: el tomate es un fruto.
Sin embargo, el interés de los cocineros reside en sabor y nutrición, no en definiciones. El gusto del tomate es más salado que dulce, por lo que se le considera una verdura. Los comemos crudos, a la plancha, rellenos, al horno, en sopas, salsas y en todo tipo de guisos con carne.
Otros frutos que suelen encontrarse en el departamento de verduras o en los mercados son pimientos, pepinos, aguacates y calabazas. Los tomates proceden de la región de los Andes; fueron exploradores españoles quienes los introdujeron en Europa en siglo XVI.
El nombre deriva del vocablo náhuatl tomatl, aunque los franceses lo llamaron “manzana del amor”. Los italianos, quizá al ver alguna variedad amarilla, lo llamaron “manzana de oro”.
Durante siglos, en Europa fue considerado venenoso y se sembraba en los jardines principalmente por su atractivo color. En Inglaterra se creía que causaba gota y cáncer, entre otros males. Había una excepción: no causa sorpresa que la más antigua referencia impresa de su uso en la cocina provenga de Italia.
En Venecia, en 1544, se recomendaba que el tomate debía comerse “frito en aceite con sal y pimienta”, resulta evidente que el tomate estaba destinado a ocupar un lugar protagónico en la cocina italiana.
En la actualidad, en Estados Unidos el promedio de consumo por persona es de aproximadamente 14.5 kg de tomates por año, principalmente en forma de salsa catsup, salsa picante y otros alimentos procesados,
El cuerpo humano necesita alimento como combustible para los procesos que lo mantienen vivo y conservan su temperatura, además de proporcionarle energía para moverse y trabajar. Mucho antes que las reservas del cuerpo se agoten, el cerebro envía señales al estómago que causan una sensación de hambre.
La mayoría de nosotros siente apetito unas cuatro o cinco horas después de nuestro último alimento. A ello se debe a la necesidad de comer al menos tres veces al día.
Las necesidades naturales del cuerpo no se libran fácilmente de influencias sociales en los patrones de alimentación, que han sufrido enormes cambios con el paso de los siglos, proceso que continúa.
La ocupación determina las horas de comida. Por ejemplo los requerimientos de un obrero, un campesino, un oficinista o de un actor son diferentes. Los dietistas parecen admitir que es mejor comer pequeñas raciones con frecuencia que efectuar comidas abundantes más espaciadas, en las que es más probable atiborrarse de alimentos.
Se ha descubierto que la gente obesa ingiere la mayor parte de su alimento durante la cena. En muchos países, especialmente en los de habla inglesa, la cena es el alimento más importante del día, aunque no siempre fue así, Durante la Edad Media, la comida principal y ‘la reunión social más importante’ del día para las clases acomodas solía comenzar a las 11 de la mañana, y se prolongaba por seis horas.
En los siglos XV y XVI, la comida principal daba inicio a una tanda larga y paulatina hasta el anochecer.