Los zorros más pequeños que existen, los fénecs del Sahara, miden apenas unos 45 centímetros, pero sus puntiagudas orejas alcanzan casi 10 centímetros de largo, aproximadamente la cuarta parte de la longitud del cuerpo.
Los pequeños zorros veloces del suroeste de Estados Unidos tienen también unas orejas desproporcionadamente grandes. Con tan sensibles detectores, estos predadores nocturnos pueden percibir los más ligeros sonidos producidos por insectos, roedores u otras presas potenciales y cazarlos en la oscuridad.
Las grandes orejas de las liebres californianas, que comparten el desierto con los zorros veloces, representan para ellas un sistema de protección que les advierte de la proximidad de los predadores.
Pero tanto en éstos como en otros animales, las descomunales orejas tienen también otra función: como están provistas de vasos sanguíneos, irradian calor y contribuyen a que el animal se mantenga fresco.
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