¿Por qué no es curable el resfriado común?
Año con año, a través de los siglos, ninguna enfermedad ha causado tanta desventura como el resfriado común. Aunque, en ocasiones, enfermedades más devastadoras han asolado al género humano, su sola persistencia y las molestias que causa le conceden ventaja sobre otros males. Los estudios muestran que niños en edad escolar pueden tener diez catarros al año. Los adultos jóvenes, sobre todo si son padres, tienen en promedio dos o tres.
Se han esgrimido incontables armas para defender a la humanidad del resfriado. Los griegos intentaron las sangrías; el historiador romano Plinio el Viejo recomendaba besar el hocico de un ratón, y de 1946 a 1990, hordas de voluntarios permanecían diez días en aislamiento en el pabellón de un hospital inglés, expuestos al contagio tratando de ayudar a los científicos a hallar una respuesta.
Entre tantos esfuerzos se han ganado algunas batallas. Sabemos que no se combate a una guerrilla astuta, sino a un ejercito escurridizo. Ésa es, sin duda, la principal razón por la que se ha perdido la guerra. El resfriado común es causado por uno entre casi 200 virus, que ataca las membranas mucosas que recubren la nariz y la garganta. Casi de inmediato la nariz comienza a fluir, la garganta se irrita y quizá haya dolor de cabeza.
El virus de la gripe se disemina en el vapor de agua del aliento. Por ello, es más fácil resfriarse en invierno, al resguardo de nuestras casas, y que quienes tienen contacto con otras personas enfermen más que quienes viven o trabajan solos. Al saludarnos de mano se diseminan los gérmenes de la gripe; otro foco de contagio son los picaportes de puertas, las toallas de manos y otros objetos contaminados. La evidencia muestra que al envejecer nos volvemos inmunes a una gran variedad de virus que causan esta enfermedad. Por ello, los niños padecen más resfriados que los adultos, y algunos ancianos no los padecen en absoluto. Los introvertidos sufren más resfriados severos y exhalan más virus. Entre las medidas para contrarrestarlo, hay dos que son promisorias: el interferón, medicamento producido naturalmente por el cuerpo en respuesta a enfermedades virales, ha logrado prevenir los resfriados y reducir su severidad; los antígenos sintéticos, que aceleran una respuesta inmune, también han demostrado ser eficaces.
Hasta que la ciencia encuentre la respuesta, si acaso lo logra, habrá que tomar algunas precauciones. Lavarse las manos con frecuencia evita la transferencia de gérmenes, al igual que el aislamiento. Todos tendremos menos resfriados si quienes lo padecen guardan reposo y se cubren la boca al toser o estornudar.
¿Por qué estornudamos al mirar el sol?
Cualquier irritación en los conductos nasales puede provocar un estornudo. Quizá la causa sea polvo, pimienta o algún tipo de polen al que sea alérgica la persona. A veces, la nariz queda obstruida por moco y el cuerpo reacciona involuntariamente para limpiarla. El estornudo obliga a que el aire penetre en la nariz y boca y, si hay suerte, se deshaga de cualquier cosa que cause la molestia.
Si miramos el sol, la enorme intensidad de la luz que llega a nuestros ojos provoca que el nervio óptico transmita una señal eléctrica de alta frecuencia. Las terminaciones nerviosas de la nariz reciben parte de estos impulsos y envían al cerebro una señal que desata una respuesta idéntica a la producida por la irritación de la nariz. El resultado: un estornudo.
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