¿Por qué no se aceptaba que las mujeres usaran pantalones?
Antes de usar pantalones, las mujeres eran enfundadas en corsés ajustados para resaltar de manera absurda, e incluso peligrosa, un talle fino.
Cualquier mujer que haya intentado correr con una falda ajustada o pasear en bicicleta con falda corta, sabe que las mujeres usan pantalones por comodidad y libertad de movimiento. Sin embargo, los pantalones se incorporaron al guardarropa femenino hace poco tiempo. Durante gran parte de la historia, lo usual para las mujeres era una especie de vestido o falda. Pero a mediados del siglo XIX, esta moda llegó al extremo.
Las mujeres eran enfundadas en corsés ajustados para resaltar de manera absurda, e incluso peligrosa, un talle fino. Las faldas se abultaban con crinolinas, que debían ser sostenidas por jaulas hechas con crines de caballo o con metal, y dificultaban el movimiento normal a un grado extremo.
En oposición, la feminista estadounidense Amelia Bloomer diseñó una falda a la altura de la rodilla usada sobre unos pantalones anchos, inspirándose en el traje tradicional turco. Presentó esta prenda en su periódico Lily, pero no tuvo aceptación. De hecho, las mujeres que se atrevían a usar este traje eran severamente criticadas, sobre todo porque parecían demasiado masculinas.
Los críticos pensaban que las mujeres que usaban estos bloomers, como se les llegó a conocer, podrían llegar a comportarse como hombres. Como la mayoría de las mujeres que usaban esta prenda pertenecían al incipiente movimiento en pro de los derechos de las mujeres, esto representaba una amenaza definitiva. El intento de Amelia Bloomer por introducir esta moda en Europa no sólo fue recibido con burlas, sino con abierta hostilidad.
El pantalón es un invento sencillo que aparece como ropa subversiva en la Revolución francesa (1789-1799). Después de que los hombres de clases altas los portaban, luego marineros, campesinos y artesanos los comienzan a llevar.
La historiadora Christine Bard en su libro Historia Política del pantalón considera que como prenda, “el pantalón es un símbolo” y cuenta la historia de que en el paso del siglo XVIII al XIX “es adoptado por los hombres de las clases superiores, mientras que se prohíbe a las mujeres”.
No fue sino hasta fines del siglo XIX que se difundió entre las mujeres el uso de los pantalones, pero, incluso entonces, sólo como traje para pasear en bicicleta, actividad que causó furor en la década de 1890 y marcó el lanzamiento de los knickerbockers, pantalones bombachos ceñidos a la rodilla.
Cuando las mujeres comenzaron a montar a caballo, a horcajadas, más que sobre la silla de montar lateral, en la década de 1880, la falda pantalón se puso de moda en Estados Unidos.
Simplemente por llevar un pantalón, por desafiar las nociones convencionales de la vestimenta femenina, muchas mujeres fueron difamadas, ridiculizadas, despreciadas, agredidas e, incluso, arrestadas. A lo largo del siglo XIX, y buena parte del XX, dicha prenda fue un inequívoco símbolo del opresor poder masculino en Occidente. De hecho, cualquiera que osara ponerse uno era acusada de travestirse porque atentaba contra las normas de género de la época.
Para 1920, algunas mujeres usaban pantalones de montar; sin embargo, el principal liberador de la indumentaria femenina fue la guerra. Cuando durante las dos guerras mundiales se exhortó a las mujeres a trabajar en las fábricas y en otros lugares que solían ser exclusivos de los hombres, muchas adoptaron el uso de uniformes y overoles, prenda más práctica que de ornato. La moda incluía los pantalones para el trabajo pesado.
Quizá se esperaba que las mujeres regresaran a las labores domésticas y a atavíos más femeninos cuando los hombres regresaran al hogar; no obstante, fue difícil abandonar la recién descubierta libertad de usar pantalones, de manera que las mujeres continuaron usando pantalones, cortos y largos, por comodidad y conveniencia, con distintos grados de anuencia de la comunidad en general.
Las actrices internacionales fueron quienes se atrevieron a portar pantalones e incluso trajes considerados “masculinos”; las más representadas fueron la alemana Marlene Dietrich y la estadounidense Katharine Hepburn.
Marlene Dietrich, en una entrevista publicada para el diario El Universal de México, respondía a la pregunta de que por qué usaba ropa considerada para hombre: “En primer lugar, me gustan los pantalones. Usted no comprende que aquí en Hollywood casi todas las actrices usan pantalones, solo que no me explico por qué me han atribuido a mí exclusivamente esa moda”.
Una anécdota define a la perfección la tenacidad de Dietrich, esa fue la que protagonizó fuera de las cámaras en 1933. Mientras viajaba a bordo de un transatlántico desde Nueva York, la actriz recibió un telegrama del Prefecto de Policía de París. El mensaje era claro: si aparecía en la capital francesa con pantalones de hombre, de inmediato, sería arrestada.
Lejos de alarmarse, Dietrich hizo alarde de su indomable carácter. Tras atracar en Cherburgo, tomó un tren hasta París vestida con un traje, un abrigo masculino, boina y gafas de sol. A pesar de que las autoridades la estaban esperando en el andén, no cumplieron con su amenaza.
La escritora Christine Bard menciona el miedo a las mujeres “masculinizadas” porque desestabilizaban la identidad varonil y si bien “se tolera una masculinización moderada, siempre se prefiere una feminidad de buena ley”.
Hoy día hay pocos países donde los pantalones no forman parte de la moda femenina cotidiana. Pero, extrañamente, en algunas ocupaciones y lugares aún se requiere que las mujeres usen falda o vestido. (Conoce por qué los jeans de las mujeres no tienen bolsillos o son diminutos).
El Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred) declaró que la decisión de la Autoridad Educativa Federal en la Ciudad de México para que el uso del uniforme en la niñez sea de libre elección “contribuye a desmantelar uno de los estereotipos de género que aún persisten en las instituciones: la idea de que las niñas deben vestirse de falda y los niños de pantalón”.
Usar pantalón, vestido o minifalda ha sido parte del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, Clara Obligado, escritora, lo señala: “La lucha de las mujeres por su emancipación estuvo marcada desde siempre por su actitud frente a la moda”.
¡Gracias! Amelia Bloomer, Marlene Dietrich, Katherine Hepburn, Yves Saint-Laurent, Levi’s Strauss, André Courreges, Audrey Hepburn y personas anónimas, que hicieron que a día de hoy, la gran mayoría de nosotras podamos vestirnos con unos pantalones para salir a la calle.
Con información de El Universal y El País