La escasez de lluvias, característica común de todos los desiertos, se debe a diversas circunstancias. Algunos de los mayores desiertos del mundo, entre ellos el Sahara y los de Australia, están situados en zonas de presión atmosférica permanentemente elevada. Desde las alturas descienden continuamente masas de aire seco que no desprenden prácticamente humedad alguna a su paso por estos áridos lugares.
Otros desiertos se encuentran en la «sombra de lluvia» de cordilleras importantes. En el occidente de Norteamérica, los vientos cargados de agua procedente del Pacífico se ven obligados a ascender al encontrarse con las montañas costeras. Al hacerlo, el aire se enfría y descarga casi toda su humedad en forma de lluvia y de nieve en la vertiente occidental.
El aire que ha sido «exprimido», por decirlo así, al pasar las montañas, desciende por la vertiente oriental en forma de vientos secos que soplan sobre los desiertos de la Gran Cuenca.
Las corrientes frías del océano son responsables de los desiertos de Atacama, en Chile y Perú, y de Namib, en Africa meridional. En estos casos, la humedad que llevan los vientos se pierde, sobre todo en forma de niebla, al pasar sobre el agua fría del mar. No queda casi nada de ella para condensarse en lluvia sobre las largas y estrechas fajas de los desiertos costeros. Otros desiertos, como el de Gobi, en Asia central, son regiones tan alejadas de cualquier océano que poca humedad puede llegarles.
De acuerdo con una de sus definiciones, los desiertos son zonas que reciben, como promedio, una precipitación inferior a 250 milímetros de lluvia al año. En realidad, muchas de estas regiones áridas reciben bastante menos agua. Las precipitaciones en algunos lugares de Australia central rondan los 120 milímetros al año, y la cifra del Valle de la Muerte, en el oeste de los Estados Unidos, no llega a 50 milímetros anuales. Los lugares más secos conocidos son algunos puntos del desierto de Atacama, en Chile, donde no se recuerda que haya llovido jamás.
Pero los promedios sólo explican parte de la historia. Unos cuantos desiertos tienen una estación lluviosa anual más o menos definida, pero, por lo general, la pluviosidad es totalmente imprevisible. Una zona puede pasarse años y años sin recibir lluvia, y luego inundarla una tormenta repentina.
También sucede en estas tierras resecas que, cuando pasan nubes que prometen alivio, sólo cae una “lluvia fantasma?, pues el agua que desciende de las nubes se evapora en el aire cálido y seco antes de llegar al suelo.
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