“Me dijo que será la última vez, él es bueno y me prometió que cambiaría”, pero no es verdad y esto se repetirá sin cambios positivos. Mujeres que viven inmersas en círculos de violencia intrafamiliar caen en la falsa promesa de que su pareja, quien las agrede de manera física y verbal, dejará de hacerlo. Él puede jugar el juego de arrepentirse, rogar y muy probablemente hacerse la víctima para lograr recuperar la confianza de ella, a quien dice amar.
Hay que dejar en claro que es completamente falso decir que las mujeres maltratadas permanecen al lado de este tipo de parejas “porque les gusta” o porque son indiferentes a los episodios de violencia, menciona Rodrigo Córdoba, director del departamento de psiquiatría de la Universidad del Rosario.
“Nadie con la estructura emocional suficiente siente gusto por el ultraje, la humillación o los golpes y menos por situaciones que atenten contra su integridad”, agrega.
Córdoba insiste que eso hay que dejarlo claro porque ese tipo de conceptos equivocados son el primer paso para revictimizar a las personas y obstaculizar que busquen una salida al problema.
Existen muchos factores por los cuales una mujer decide mantener una relación a pesar de la violencia. Y aunque la gente tiende a creer que no pueden existir motivos racionales para tolerar una relación dañina, esto es otro error porque se han identificado muchos condicionantes que actúan en contra de la voluntad individual cuando existen este tipo de entornos.
Algunas de estas conductas están ligadas a la educación recibida por las mujeres en un ambiente que las considera secundarias, lo que condiciona lo que en psicología puede llamarse una indefensión aprendida, que no es más que una alteración en la función cognitiva de la mujer que genera “una conducta pasiva ante hechos que puede percibir como incontrolables”, menciona Sandra Herrera, con maestría en psicología clínica de la Universidad de Salamanca.
Aquí la función cognitiva de la mujer está centrada principalmente en permanecer con vida, lo que deja en segundo plano la búsqueda de formas para poner fin a sus relaciones violentas, apunta Herrera.
Las víctimas de la violencia intrafamiliar perciben como incontrolables las situaciones que le rodean, lo que afecta más su autoestima. La persona se subvalora tanto que empieza a buscar justificaciones.
La creencia casi ciega de que el agresor algún día cambiará lleva a las mujeres a perdonar y a creer en su pareja maltratadora. Por eso el perdón se otorga con la esperanza de que no habrá más golpes.
De igual forma, de acuerdo con Rodrigo Córdoba, hay que entender que la autoestima de las mujeres en esta condición tiende a ser más baja de lo normal, lo que las lleva a tener pensamientos encaminados al fracaso e inseguridades que las impulsan a aferrarse a las relaciones que tienen, así sean violentas.
Aquí también juega un papel importante la dependencia económica porque las mujeres tienden a atarse a este tipo de relaciones. “Si a esto se le suma la falta de preparación académica, la carencia de trabajo o de oportunidades o las presiones familiares o sociales, el círculo se hace aun más dañino”, insiste Herrera.
Las personas maltratadas son vulnerables a la presión psicológica y a las amenazas, por lo que es frecuente escuchar frases como “si me dejas o me demandas soy capaz de acabar contigo y tu familia”, lo que termina por frenar la acción de la mujer maltratada.
“Algunas mujeres se relacionan emocionalmente con hombres maltratadores y los aceptan porque están casi convencidas de que no encontrarán algo mejor.
En muchos casos cuando hay hijos estos se convierten en un elemento de chantaje y factor para permanecer en relaciones violentas, con el único objetivo de que la sociedad vea que los pequeños tienen padre.
Hay que agregar otros elementos culturales y religiosos que se suman, y que incluso en esta época no se rompen las uniones por considerar que hay que preservar el concepto de familia a toda costa y que “lo que Dios unió no lo puede desunir el hombre”.
Las personas que se encuentran en estos círculos presentan una alteración emocional que requiere intervención especializada y un tratamiento basado en un diagnóstico claro desde el punto de vista emocional. Se puede abordar con medicamentos o psicoterapia.
Es necesario, para protección de la persona, alejarse del agresor, entendiendo que es un proceso muy difícil que además requiere soporte del entorno inmediato a través de amigos, familia y conocidos.
Hay que entender que estas personas no caen en la situación porque quieren sino por condiciones que requieren tratamiento y acompañamiento y no censura.
Fuente: El Tiempo
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