En Salt Lake City, Utah, se alza la estatua de una gaviota en honor de las aves que devoraron una plaga de insectos y salvaron las cosechas de los pioneros mormones. Entonces, igual que ahora, las gaviotas anidaban en islas del Gran Lago Salado y se alimentaban de chapulines y otros insectos que encontraban en los pastizales circundantes, ya que el lago es demasiado salado para que vivan peces allí.
Aunque el centro de una llanura puede parecer un lugar extraño para encontrar aves asociadas con el agua, los patos y los gansos no son raros si la región es algo húmeda y fresca. Porque, si bien las praderas, estepas y pampas son relativamente secas, están muy lejos de carecer de agua.
Los ríos que nacen en las montañas o en las mesetas lluviosas suelen atravesar estas regiones y el agua se acumula en las depresiones, ya sean naturales o construidas por el hombre. Además, la nieve que se funde al final del invierno y las lluvias empapan el suelo y crean corrientes de agua temporales y lagunas poco profundas.
En los pastizales viven centenares de especies de aves, grandes y pequeñas que, como se puede esperar en zonas carentes de árboles, anidan en el suelo. Así, aunque la mayoría de las águilas hacen sus nidos en los árboles, en la estepa siberiana hay una que lo hace entre la hierba, y en las praderas de América del Norte existen unos diminutos tecolotes que anidan en madrigueras.
También viven en regiones de este tipo las aves más grandes del mundo: el avestruz de Africa, el ñandú de América del Sur y el emú de Australia, todas ellas aves corredoras porque son demasiado pesadas para volar.
Otras especies, como la gran avutarda kori de Africa, se aproximan tanto al límite de peso para poder despegar que también prefieren correr.
