La verdad sobre el vestido blanco de bodas
Una boda está llena de costumbres y mitos. Algunas han cambiado con el paso del tiempo, y otras siguen intactas a través de las generaciones.
La posible explicación se remonta a la Grecia antigua y a los días en que el novio literalmente se robaba a la novia de la casa paterna para luego casarse con ella. Por lo general él la sostenía con la mano izquierda, y mantenía libre la derecha por si tenía que sacar la espada. Hoy día el robo de novias aún es un problema en algunos países.
El novio recibía ayuda para ejecutar el rapto. Algunos organizaban bandas, a menudo formadas por sus amigos de confianza y otros hombres solteros. El padrino era el más diestro en el uso de la espada, y su único propósito era ayudar al novio y defenderlo durante el arriesgado intento de captura.
Se dice que en la Roma antigua todas las damas de honor vestían igual a la novia. El objetivo era camuflarla para protegerla mejor y evitar que la raptaran el día de su boda, o que los espíritus malignos trataran de arruinar la fiesta y dañaran el vínculo entre la pareja.
Si un espíritu maligno se aparecía para maldecir a la pareja, el velo ayudaba a ocultar la identidad de la novia, e impedía también que el novio viera su rostro. En culturas en las que el matrimonio arreglado era la norma, no estaba de más ocultar la identidad de la novia para que su prometido no la viera hasta haber cerrado el trato, en caso de que se arrepintiera antes de llegar al altar.
¿Hay algo más romántico que las rosas y las azucenas? ¿Qué tal el ajo y el eneldo? Los ramos de novia solían ser totalmente de hierbas, costumbre que tal vez se originó durante la Peste Negra, cuando los rituales diarios de salud incluían sostener sobre la nariz paños untados con esencia de ajo y lavar la ropa con vinagre de ajo para repeler la enfermedad. Con el tiempo, a medida que la higiene mejoraba, las novias añadieron a sus ramos flores con aromas más agradables.
A la reina Victoria del Reino Unido se le puede agradecer haber popularizado el árbol de Navidad, la famosa frase “No nos divierte” y el vestido blanco de boda. La tradición de la realeza británica era usar encaje bordado con hilos de plata y oro durante la boda. Victoria renunció a la costumbre y encargó un extravagante vestido blanco adornado con flores, probablemente para destacar entre la multitud y hacer gala de los intrincados ornamentos. Sus damas de honor siguieron su ejemplo, y un retrato grabado de la ceremonia ayudó a difundir por el mundo esa fabulosa imagen de la reina.
Hubo un tiempo en que a las mujeres se les consideraba un bien familiar o una propiedad paterna. En algunas sociedades, un pretendiente entregaba dinero a los padres de la mujer con quien quería casarse para liberarla. La tradición de que el padre camine junto a la novia por el pasillo de la iglesia simboliza que le cede la autoridad al esposo.
Los antiguos egipcios se ponían sortijas del amor en el cuarto dedo de la mano izquierda porque creían que a lo largo de él pasaba una vena —llamada vena amoris por los romanos— que llegaba directamente al corazón (hoy sabemos que todas las venas de la mano tienen conexión con este órgano). Y para el catolicismo, el dedo anular corresponde a la palabra amén en la persignación.