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¿Puede el alcohol dañar al cerebro?

Se alega en contra del alcohol que cada vez que se toma una copa se destruyen 100,000 células cerebrales. Esa afirmación es falsa; en realidad no hay prueba alguna de que beber con moderación afecte al cerebro.

Lo malo es que mucha gente bebe inmoderadamente y en esos casos sí hay razones para temer que el exceso de alcohol cause lesiones en el hígado y el cerebro.

Muchas veces la dieta de los alcohólicos es deficiente, sobre todo en vitaminas del complejo B, carencia que llega a causar la destrucción de células cerebrales.

Al paso de los años, el alcohólico puede desarrollar el síndrome de Korsakoff, una alteración mental caracterizada por la incapacidad del cerebro para acumular recuerdos nuevos, lo que lleva algunas veces al paciente a fantasear, es decir, a llenar las lagunas que tiene en la memoria con sucesos que nunca han ocurrido.

El alcoholismo puede conducir también a una degeneración del cerebelo, la parte del cerebro que gobierna la postura y el equilibrio; a una polineuropatía, lesión de los nervios que termina en la pérdida de la sensibilidad y de la fuerza, o la enfermedad de Wernicke –cuyos síntomas son la parálisis de los músculos que mueven el ojo–, el caminar dando tropezones y el deterioro mental.

¿Son los pensamientos y las emociones interdependientes?

El 13 de septiembre de 1848, mientras Phineas Gage estaba dinamitando una roca en una vía de ferrocarril, la explosión le lanzó a la cara una varilla de hierro que le entró por debajo del ojo izquierdo, le atravesó el cerebro y le salió por la frente a la altura del nacimiento del pelo, horadando y astillando el cráneo.

No sólo fue un milagro que este hombre no muriera, sino que lograra recuperarse físicamente por completo y siguiera viviendo otros 12 años. Sin embargo, psicológicamente Gage cambió mucho, sus amigos reconocían que ya no era el mismo.

El hombre emocionalmente bien equilibrado de antes se había convertido en una persona obstinada, caprichosa, a la que sacaba de quicio cualquier cosa que se opusiera a sus deseos y que lanzaba a cada paso exabruptos blasfemos.

Las partes del cerebro de Gage que quedaron lesionadas fueron los lóbulos frontales, estructuras sobre las que hasta entonces sabían muy poco los neurólogos.

Este caso proporcionó a los especialistas la primera prueba clara de que los pensamientos y las emociones están estrechamente vinculados, y lo están porque hay una conexión real, física, entre el sistema límbico (el principal centro emocional del cerebro) y otras estructuras cerebrales.

Gracias al caso Gage y a otros estudios posteriores sabemos ahora que son los lóbulos frontales los que nos permiten controlar las emociones.

Una lesión en estos lóbulos y la destrucción de sus conexiones con el sistema límbico producen cambios químicos y eléctricos en muchas otras partes del cerebro que alteran la forma en que se experimentan y expresan las emociones.

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