Entre niños: Qué decepción la de mi hija
Cierta mañana, Adam, mi hijo de cinco años, vio cómo me ponía desodorante y preguntó qué era eso. Cuando le expliqué que era un producto...
¡Qué decepción!
Cuando Lauren, mi hija mayor, estaba en el kínder, ella y su hermana me regalaron un dije que decía “Papá #1”.
Un día Lauren volvió de una fiesta de cumpleaños bastante desilusionada.
—El papá de Whitney tiene el mismo dije que tú —señaló.
Traté de consolarla diciéndole que no tenía importancia.
—Si hubiera sabido que él tenía el “#1” —repuso—, ¡te habría comprado el de “Papá #2”!
Darryl Vooley, Canadá
Cierta mañana, Adam, mi hijo de cinco años, vio cómo me ponía desodorante y preguntó qué era eso. Cuando le expliqué que era un producto que se usa para no sudar, me preguntó si podía ponerse un poco, y yo le contesté que sí.
Al otro día vi al niño caminando muy orondo con una franja blanca de desodorante en la frente.
Roy Schumacher, Canadá
Una tarde fui a recoger a mis hijos, Duncan y Gavin, a la escuela, y en el camino a casa me puse a jugar con ellos. Yo nombraba un gentilicio, y ellos tenían que decir de qué país era esa persona.
—¿De dónde eres si eres francés? —les pregunté.
—¡De Francia! —exclamó Duncan.
—¿Y si eres alemán? —dije.
—¡De Alemania! —contestó Gavin.
—¿Y si eres irlandés?
—¡De Irlanda! —respondió Duncan casi al instante.
Los niños siguieron contestando bien, hasta que les pregunté:
—¿De dónde eres si eres polaco?
Tras mirarme con extrañeza, Gavin musitó una respuesta:
—¿Del Polo Norte?
Angela Brassard, Canadá
En una ocasión mi hijo Tommy, de dos años, me dijo:
—Mamá, ¡mira qué grande tengo la boca! —Luego de abrirla lo más que pudo, añadió—: A ver, enséñame ahora la tuya.
Tras abrir la boca hasta dolerme, el pequeño exclamó:
—¡Ay, Dios, es como la boca de un hipopótamo!
Carrie Baayen, Canadá
Cierta vez oí a mi hija Sierra, de seis años, darle una explicación a su hermano Logan, de cuatro, de lo que es la pasta de tomate:
—Es como una pasta de dientes hecha de tomate, sólo que no es para los dientes.
Kimberly Grigg, Canadá
Todas las noches, antes de acostar a mi hijo Connor, de siete años, le doy un beso, y él siempre se frota la mejilla con la mano. Una noche le pregunté por qué hacía eso.
—Es que así hago espacio para que me des el siguiente beso —explicó.
Karen Hamfeldt, Canadá
Alesha, mi nieta de seis años, vino corriendo a decirme que iría al zoológico con su hermano Connor, de ocho años.
Le di un billete de 20 dólares para que se comprara algo en la tienda de recuerdos, y le pedí que le diera la mitad a su hermano. Entonces ella rompió el billete en dos y le dio una parte a Connor.
E. Maloney, Canadá