Si seguimos la corriente de un riachuelo, lo más probable es que la veamos desaguar en una corriente mayor. Ésta, a su vez, unirá sus aguas a la de otros afluentes o corrientes laterales y finalmente irá a parar a un arroyo mayor o quizá a un río que desemboque en el mar.
El río que va a parar al mar y todos los arroyos menores que afluyen a él componen un sistema fluvial. La zona que vierte sus aguas a ese sistema se denomina cuenca fluvial, que puede ser inmensa en el caso de un río caudaloso. La del Mississippi, en Missouri, por ejemplo, se extiende desde los Montes Apalaches a las Rocosas y cubre 3,220,000 kilómetros cuadrados.
Las elevaciones montañosas que separan las cuencas fluviales se llaman divisorias de aguas; la divisoria continental separa las vertientes cuyas aguas van a diferentes océanos en los lados opuestos de un continente.
En América del Norte, la divisoria continental está constituida por las quebradas crestas de las montañas Rocosas: los ríos de un lado de la divisoria van a desaguar, al final, al Atlántico y al Artico; los del otro, al Pacífico.
En América del Sur, la divisoria continental discurre a lo largo de los elevados picos de los Andes.
En la mayoría de los casos, los sistemas fluviales tienen su desembocadura final en el océano. Pero hay excepciones: el caudaloso Volga, en Rusia, termina en el Mar Caspio, que, encerrado en el corazón de una vasta cuenca interior, no está unido a ningún océano.
En realidad, su superficie se encuentra a unos 30 metros por debajo del nivel del mar y constituye un enorme lago.
El Gran Lago Salado, en el oeste de los Estados Unidos, y el lago Chad, en Africa, yacen en el centro de cuencas cerradas semejantes. Hay muchos ríos que van a parar a esos lagos, pero ninguno sale de ellos; la única pérdida de agua en las cuencas cerradas es por evaporación.
Por otro lado, en muchas regiones desérticas, los ríos simplemente se agotan en su trayecto. La mayoría de los ríos que discurren hacia el sur desde las montañas del norte de África, por ejemplo, se van reduciendo hasta convertirse en arroyuelos al aproximarse al Sahara, y finalmente desaparecen en las resecas arenas del desierto.
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