Las mentiras infantiles por obvias razones causan inquietud e incluso malestar en los padres de familia. No obstante, pueden considerarse como un proceso normal en el desarrollo de los niños, el cual es relevante, porque es el principio de su autonomía.
“Se presentan por primera vez entre los dos y cuatro años de edad y es precisamente durante esta etapa cuando debemos determinar los propósitos y funciones que tienen las mentiras infantiles e interpretar sus verdaderos significados” explicó la Dra. Claudia Sotelo Arias, directora del Centro de Especialización de Estudios Psicológicos en la Infancia (CEEPI).
La especialista expuso una serie de ejemplos donde se han manifestado las mentiras en los niños, cuyo significado se presenta de manera implícita:
Oposición al mandato de sus padres por un acto normal de rebeldía: “Ya comí o no me dejaron tarea” cuando es falso.
No acatar las reglas de las figuras de autoridad: “Yo no empuje al niño, se cayó solo”, “yo no metí el dedo al pastel”, etcétera.
Cuando no aceptan una propuesta de un adulto porque empiezan a formar su propia visión del mundo: “No quiero comer chocolate” cuando todos saben que es su postre favorito.
Por represión o no sentirse avergonzado: “No rompí la porcelana de la mesa”.
Para proteger la privacidad: Cuando a un niño le molestan sus compañeros de escuela y miente al afirmar que se lleva bien con esos compañeros. “Es respetable cuando se dicen unas cuantas veces, pero cuando se vuelven una situación sistemática de mentiras lo más probable es que exista acoso escolar. Aquí hay que romper con las mentiras y tomar cartas en el asunto de inmediato” comentó Sotelo Arias.
Los niños también mienten cuando no quieren que su mundo se resquebraje, es decir, si tienen un padre o una madre que los maltrata dirán que papá o mamá los quiere y los cuida, aunque en realidad sea todo lo contrario.
En el juego ellos dicen mentiras que no lo son, son fantasías cuyo objeto es satisfacer un deseo irrealizable: “mi padre tiene un auto nuevo”, “voy a tener un cumpleaños en un salón de fiesta”, “nos fuimos de vacaciones a la playa” cuando la realidad es totalmente adversa.
La maestra Susana Salazar Gómora, coordinadora general de CEEPI, subrayó que el problema es cuando los niños mienten sistemáticamente: “Aquí tenemos una patología que incluso atañe a toda la dinámica familiar. Lo ideal es pedir ayuda de un profesional de la psicología infantil, el cual tras una terapia psicológica de juego puede diagnosticar el origen de la mitomanía infantil en particular y, por ende, resolver el problema de raíz”.
“La mitomanía infantil es grave porque en el fondo se está ocultando una carencia afectiva o incluso un evento de bullying, maltrato familiar y en casos más extremos incluso abuso infantil, por lo que es indispensable intervenir de inmediato para determinar el fondo de la situación”, concluyó Sotelo Arias.
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