¿Qué mató a Tutankamón?

Pruebas de ADN del cuerpo momificado del faraón arrojaron luz sobre sus posibles ancestros y podrían muy bien explicar su prematura muerte.

Príncipe perdido

Sin las galas reales, Tutankamón, hijo de Akenatón, parece el muchacho menudo, más bien delicado, que era.

Gracias a las maravillas encontradas en su tumba, Tutankamón es hoy el más conocido de todos los faraones. Pero en su tiempo fue en cierto sentido solo un símbolo, un niño rey que murió en la adolescencia y cuyo gobierno estaba en manos de sus ministros. Tutankamón fue el último en el linaje de la 18a dinastía de faraones, que establecieron el Nuevo Reino de Egipto y elevaron la nación a la gloria imperial.

Según la costumbre egipcia de asegurar la línea dinástica mediante la entronización de reinas hermanas, Tutankamón tomó por esposa a su media hermana, una hija de Akenatón, de madre diferente. La pareja real no fue bendecida con hijos; dos fetos momificados encontrados en la tumba de Tutankamón serían –según se cree– sus hijos, abortados o nacidos muertos.

Cuando Tutankamón inició su reino, se estaban llevando a cabo importantes cambios. Su predecesor inmediato fue Smenkhare, tío o posiblemente hermano mayor de Tutankamón, que ocupó el trono solo unos meses tras la muerte de Akenatón. Durante el breve reino de Smenkhare, se tomó la decisión de abandonar la nueva ciudad de Aketatón y mudar la capital a Menfis s, en el norte de Egipto. Fue allí donde Tutankamón fue coronado.

Como era demasiado joven para reinar –tenía tal vez nueve años– el verdadero poder quedó en manos de los principales funcionarios de la corte: Ay, que había sido suegro de Akenatón y principal caballerizo, y Horemheb, el comandante del ejército.

Estos dos hombres decidieron revertir los cambios introducidos por Akenatón, y así salvar a Egipto. Ellos decidieron, ya en el segundo año del reinado, que el título real del joven faraón, Tutankatén (“imagen viva de Atón”), pasara a ser Tutankamón (“imagen viva de Amón”). El cambio señaló la restauración de Amón a su calidad de jefe de los dioses, como lo había sido bajo anteriores faraones del Nuevo Reino.

La Revolución frustrada

La principal evidencia de esta contrarreforma, que vio revertir las obras realizadas en vida de Akenatón, es una placa que detalla la restauración del antiguo orden. El texto registra cómo el patrocinio real se prodigó de nuevo sobre los templos de los dioses tradicionales y los sacerdotes que los servían: el faraón, afirmaba, “ha aumentado su propiedad en oro, plata y bronce y cobre sin límite…

Toda la propiedad de los templos se ha duplicado, triplicado, cuadriplicado en plata, oro, lapislázuli y turquesa”. Al mismo tiempo, los ministros de Tutankamón reafirmaron la autoridad del imperio egipcio y enviaron expediciones a Siria y a Nubia para sofocar el malestar en las fronteras. Tutankamón murió justo cuando tuvo edad para tomar las riendas del poder.

El apuro con que prepararon su tumba sugiere que su desaparición fue inesperada; muchos de los bienes que la adornaban provenían de depósitos, en vez de haber sido especialmente confeccionados como se solía hacer para un faraón. Poco después, Ay, que no descendía de reyes, fue elevado al trono tras desposar a la viuda de Tutankamón, como una forma de fortalecer su derecho al trono.

¿Homicidio o enfermedad?

El momento de la muerte resultó lo suficientemente sospechoso como para que al menos un egiptólogo sostuviera que el joven monarca fue asesinado a fin de despejarle el camino al trono. Una pequeña astilla de hueso detectada en la cavidad craneana de la momia fue tomada como prueba de una herida en la cabeza. Por otra parte, una carta de la viuda, encontrada en los archivos hititas, aumentó tales sospechas.

En la misiva, ella le pedía al gobernante hitita que le enviara un hijo con quien casarse, supuestamente para fortalecer su propia posición en el trono luego de la muerte de Tutankamón.

En consecuencia, un príncipe fue despachado a Egipto, pero lo mataron en la frontera antes de que pudiera llegar a la capital. Sin embargo, las últimas investigaciones sugieren que no hubo traición. La evidencia forense demostró que el fragmento de hueso se habría quebrado durante exámenes post-mórtem. Y pruebas realizadas a la momia detectaron signos de enfermedad crónica que podría haber socavado la salud del joven gobernante y debilitado su sistema inmunitario.

Un estudio de 2010 demostró que sufría de recurrentes brotes de malaria. Curiosamente, el mismo estudio también arrojó nueva luz sobre el parentesco de Tutankamón. Pruebas de ADN confirmaron que su padre era, en efecto, Akenatón, pero también indicaron que su madre no era ninguna de las esposas conocidas del faraón mayor.

Era, en cambio, una de las cinco hermanas de Akenatón, lo que indica que Tutankamón fue producto de una unión incestuosa. Si es así, esto aumenta la probabilidad de que sufriera enfermedades congénitas, entre ellas paladar hendido y escoliosis. Se sabe que al momento de morir padecía complicaciones a causa de una fractura de pierna. Parece que la obsesión de los faraones por proteger el linaje real puede haber resultado contraproducente.

La 18a dinastía pudo muy bien haberse extinguido como resultado de los esfuerzos por mantener puro el linaje.