Tener una dicha duradera está a nuestro alcance, dicen los expertos, pero debemos mirar hacia los lugares correctos. Una casa de ensueño, el anhelado viaje a un lugar exótico, un auto nuevo… Es cierto que todas estas cosas elevan nuestro estado de ánimo por un tiempo, pero, para disfrutar de efectos duraderos, los últimos hallazgos nos señalan un camino diferente.
Un riguroso estudio sobre gemelos realizado por la Universidad de Minnesota descubrió que la diferencia de felicidad entre dos personas está determinada genéticamente en alrededor de 50 por ciento. No heredamos rasgos específicos que nos hacen más o menos optimistas, sino que nuestro ADN es responsable de lo que los científicos denominan “punto de referencia de felicidad”.
“Puedes ganarte la lotería y eso aumentaría temporalmente tu felicidad… y una muerte en la familia te deprimirá, pero te repondrás de ella”, señala Kevin Haroian, director del Centro de Estudios sobre Gemelos y Familia de Minnesota. “Siempre pasarás a través de valles y colinas en la vida, pero tu actitud general ante las cosas es tu punto de referencia de felicidad”.
Un 10 por ciento extra de la diferencia de felicidad depende de circunstancias de la vida y factores ambientales que pueden cambiar a diario, dice Sonja Lyubomirsky, investigadora de la felicidad en la Universidad de California en Riverside (piensa en la alegría que te causa recibir un elogio por un trabajo bien hecho, o en el desánimo que sientes cuando el día empieza con mal tiempo).
Como la dicha es intangible y difícil de medir, estos porcentajes son indicadores aproximados, más que reglas invariables, y cambian según la noción de felicidad de cada persona. La psicología positiva —el estudio de la felicidad— ha descubierto que las personas que tienden a ser más felices perciben los sucesos de manera más positiva que las menos dichosas, las cuales son más proclives a refunfuñar cuando un jefe critica su trabajo o a encontrar defectos en situaciones aparentemente placenteras.
Si restamos nuestro cociente de felicidad heredado y las circunstancias de la vida, resulta que un 40 por ciento de nuestras diferencias individuales corresponde a nuestra esfera de influencia personal. Haríamos bien en concentrarnos en ese 40 por ciento, dice Lyubomirsky.
“Cambiar nuestras actividades intencionales puede proporcionar un aumento potencial de la felicidad tan grande —y probablemente mucho más grande— como cambiar las circunstancias en las que nos encontramos”, afirma.
La investigación apunta a cuatro esferas clave en las que los cambios intencionales pueden brindarnos una mayor felicidad: familia, comunidad, trabajo y vida espiritual.
En 1938, la Universidad Harvard puso en marcha el Estudio Grant (que aún está en curso) para dar seguimiento a la vida de 268 de sus estudiantes, de 18 años de edad o mayores, y determinar, entre otras cosas, qué características, hábitos y experiencias permiten prosperar a las personas.
El estudio confirmó algunas cosas que el sentido común nos dice que son ciertas: que recibir amor en la infancia anuncia felicidad en la edad adulta; que los hombres son más felices en sus años de madurez si están cerca de sus hijos, y que uno de los factores predictivos de felicidad en la vejez es tener un buen matrimonio.
“El secreto de la felicidad es dar y aceptar amor”, dice George Vaillant, director del Estudio Grant de 1972 a 2004, “porque la gente necesita establecer conexiones significativas con otras personas para sentir verdadera alegría. Lo que caracteriza a las emociones positivas, es decir, aquellas que brindan felicidad —esperanza, fe, amor, admiración, gratitud—, es que no puedes experimentarlas si no tienes vínculos. No sientes alegría, amor, ni compasión en una isla desierta”.
Los hombres del Estudio Grant que nunca se permitían dar y recibir amor plenamente (incluso si eran casados) se contaron entre los participantes que se sentían menos felices. “El amor es peligroso porque nos hace vulnerables”, señala Vaillant.
Si tú no naciste en el seno de una familia amorosa, puedes formar una “familia” propia con amigos y parientes; los vínculos de sangre son irrelevantes, siempre y cuando trates a tu “familia” como tal. “Tener familiares no es tan importante; lo que importa es poseer la capacidad de establecer y aceptar conexiones”, añade Vaillant. “Dar y aceptar amor tiene que ser una calle de dos vías”.
La comunidad que construyes alrededor de ti —sobre todo tus amigos— puede ayudar a aumentar tu felicidad. Sin embargo, no basta con rodearte de cuerpos tibios; para obtener verdadera alegría de la amistad, debes confiar en otros y ser confiable.
“Las personas más felices tienen vínculos estrechos: al menos algunos amigos con los que realmente pueden contar”, afirma Ed Diener, profesor de psicología en la Universidad de Illinois y destacado investigador en el campo de la psicología positiva. En su opinión, las amistades significativas deben ser recíprocas: “Sé una persona en quien los demás puedan confiar. Los estudios muestran que las personas más felices tienden a pensar en otras, no sólo en sí mismas”.
Algunas personas creen que los amigos no son tan importantes como los familiares, porque ciertas amistades se disuelven cuando alguien cambia de trabajo o se muda a otra ciudad. Pero hay pruebas de que ambos sistemas de apoyo brindan beneficios que aumentan la felicidad.
Las amistades pueden ser especialmente satisfactorias para las personas cuyos intereses son radicalmente distintos de los de sus familiares. Uno no puede escoger a sus parientes, pero sí a sus amigos, a fin de crear una comunidad de apoyo de personas con ideas afines y pasiones similares.
“Parece que estamos programados para sentirnos más relajados y felices teniendo alrededor gente solidaria”, dice Diener. “Los estudios fisiológicos indican que tener un amigo a un lado hace que una cuesta parezca menos empinada, y que una situación estresante provoque menos ansiedad”.
Las personas solitarias y sin confidentes tienden a ser infelices. Hoy día, con una mayor dependencia de la tecnología y el trabajo a distancia, hay más personas aisladas.
La Encuesta Social General, un prestigioso instrumento de estudio de la Universidad de Chicago que desde 1972 ha medido los niveles de felicidad de los estadounidenses, reveló que, en 2004, una de cada cuatro personas no tenía a nadie con quien hablar sobre acontecimientos importantes.
La soledad menoscaba la salud y la longevidad, así que vale la pena cultivar amistades significativas. Tal vez no puedas modificar tu punto de referencia de felicidad, pero sí cambiar hábitos como el pensamiento negativo, que puede sabotear la amistad y la felicidad. “Concéntrate en lo bueno de la gente y en lo que va bien en tu vida”, aconseja Diener.
Trabajar proporciona sentido y propósito a la vida, y está muy estrechamente vinculado con la felicidad. Los estudios han demostrado que las personas con discapacidad total son menos felices que las demás, en gran parte porque no pueden realizar ningún trabajo.
La investigación también ha revelado que ser despedido de un empleo causa una grave merma de la felicidad, de lo que muchas personas no se recuperan completamente, ni siquiera varios años después, una vez que han encontrado otro trabajo.
Una encuesta realizada en 2010 sobre las condiciones laborales de los europeos reveló que, en la mayoría de los países del Viejo Continente, 80 por ciento o más de los participantes dijeron que sus empleos les daban “una sensación de trabajo bien hecho”.
Por su parte, Arthur C. Brooks, presidente del Instituto Estadounidense de la Empresa, tras analizar datos de la Encuesta Social General, de la Universidad de Chicago, encontró que más de 80 por ciento de los estadounidenses están satisfechos con su trabajo.
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