¿Qué se siente ser un DJ sordo?
Pongo los altavoces de los bajos en el suelo, a mi espalda, y siento el ritmo en los pies. Nací en Inglaterra con un oído perfecto. En 1990, cuando tenía cinco años, mi familia se...
Pongo los altavoces de los bajos en el suelo, a mi espalda, y siento el ritmo en los pies.
Nací en Inglaterra con un oído perfecto. En 1990, cuando tenía cinco años, mi familia se mudó a Estados Unidos. Empecé a contraer infecciones de oído más o menos cada tres meses. No teníamos seguro médico, y cuando contraje la tercera infección, mis padres no pudieron pagar el tratamiento. Me quedé sordo del oído derecho; el izquierdo conservó una audición del 50 por ciento y, después, del 20 por ciento, que es la que tengo ahora. Como los médicos pronosticaron que acabaría totalmente sordo, opino que estoy bastante bien.
Cuando era chico, en mi casa siempre había música. Me encantaba escuchar a Metallica, Led Zeppelin, Bob Marley, Michael Jackson. Mi papá era disc jockey (DJ) y tocaba disco, folk, dance, rock y música de otros países. Al cumplir 18 años me pidió que fuera el DJ de su restaurante. Lo hice varias semanas y quedé enganchado. Quería aprender más.
Cuando tenía 25 años le envié un mensaje electrónico al famoso DJ neoyorquino Shiftee: “Sé que te gustan los retos. ¿Qué te parece enseñarle tu oficio a un sordo?” Al día siguiente me contestó: “Acepto el desafío”. Me dio lecciones dos veces a la semana durante dos años, y me ayudó a idear una técnica correcta. Yo practicaba cuatro horas diarias. Ahora, en mis presentaciones, la memoria muscular se ocupa de todo.
Al principio, no les decía a los gerentes de los clubes que era sordo. Sólo llegaba, me presentaba y empezaba a tocar música. Al final de la velada alguien me decía: “Aquí tienes el cheque”. Yo respondía: “¿Qué? No oigo, soy sordo”. Siempre se quedaban atónitos. A veces les llevaba constancias de los médicos porque no me creían. Me tranquilizaba saber que me contrataban porque era bueno para el trabajo, y no por lástima.
La gente terminó por llamarme “el DJ sordo”, y el nombre se me quedó.
En mis presentaciones pongo un altavoz a todo volumen dirigido hacia mi oído izquierdo, el “bueno”, y los altavoces de los bajos en el suelo, a mi espalda, de modo que oigo algunas frecuencias graves y siento el ritmo en los pies. Y también percibo la energía de la multitud. Si tocas cierta canción y la gente enloquece, lo sientes. La canción cobra vida.
Uso un programa que convierte la música en líneas de color en una pantalla de computadora. El bajo es rojo; los tonos medios, azules, y la voz o la melodía, verdes. Lo que me encanta de ser DJ es la creatividad, lo que puedes hacer con un amplificador, dos tocadiscos y una mezcladora.
La próxima vez que vayas a bailar, tápate los oídos y podrás sentir un poco mi manera de trabajar. Empezarás a usar los demás sentidos y verás que puedes oír la música de diferente forma. La música no es solamente cuestión de oído.
Ahora toco en toda clase de fiestas, desde universitarias hasta empresariales. También voy a escuelas primarias para sordos y hablo con los chicos sobre motivación y creer en uno mismo. Me entusiasma charlar con los padres. Les digo: “El mejor consejo que les puedo dar es que dejen a sus hijos perseguir sus sueños. Yo soy un DJ sordo, así que, ¿por qué no?”