Salud

Cómo vive y piensa una persona que sufre esquizofrenia

Soy afortunado porque mis síntomas de esquizofrenia son relativamente leves y los controlo bien con ayuda de medicamentos. Si te toparas conmigo en la calle y conversáramos,  probablemente no pensarías que hay algo anormal en mí.

Si trabajaras conmigo o me vieras todos los días, quizá pensarías que soy un poco excéntrico, pero posiblemente no te darías cuenta de que padezco una enfermedad mental llamada esquizofrenia.

Notarías que algunas veces tengo una forma extraña de decir las cosas, que en ocasiones estoy callado, y que a veces tengo días malos en los que es mejor dejarme en paz.

Mentir para tener tranquilidad

A mi jefe y a varios colegas cercanos les dije que soy bipolar, pues eso me da un poco de libertad para manejar ciertos aspectos de mi conducta ligeramente rara y mi necesidad esporádica de faltar al trabajo a causa de mis síntomas.

Nunca les digo a las personas que soy esquizofrénico, porque darían por sentado que tengo personalidades múltiples, o que algún día puedo estallar y atacarlas con una botella rota. Ambas suposiciones son completamente absurdas.

Capto y analizo la información de manera muy distinta a la tuya

En la oficina me valoran mucho por mi enfoque creativo hacia los problemas y situaciones, y por mi capacidad de descubrir patrones en enormes conjuntos de datos. Mi cerebro procesa mucha más información que un cerebro normal, y constantemente busca y forma conexiones que una persona común jamás consideraría.

Sin embargo, hay días en los que siento como si alguien hubiera cambiado las reglas de la realidad, y soy el único que lo nota. Algunos días creo tener información importante que otras personas no conocen.

A veces me resulta indispensable tomar asiento en cierto lugar del tren, o que evite la leche porque es parte de un plan para controlar mi mente. Hay días en los que veo, oigo o creo cosas que nadie más advierte.

Algunos días me parece que cada uno de mis pensamientos se transmite a quienes me rodean, así que debo ser extremadamente cuidadoso con lo que pienso porque no puedo permitir que la gente que está sentada cerca de mí en la cafetería descubra mis secretos.

Otros días capto información adicional sobre personas y situaciones. A veces oigo voces que me dicen lo que la mujer que me sigue en la fila de la caja del supermercado está pensando en mí.

La mayoría de las veces, esta percepción adicional tan sólo revolotea en el fondo de mi cerebro a lo largo del día. Los episodios intensos suceden con poca frecuencia.

Los inicios de la esquizofrenia

Empecé a tener síntomas de esquizofrenia cuando tenía 19 años. Desde entonces he tenido que aprender a ser siempre la última persona que reacciona ante las cosas y a desconfiar de mi juicio y mis percepciones.

Cuando me veo en una situación singular o desconocida debo preguntarme: ¿Es esto real? Todo el tiempo vivo con el temor de que el universo que experimento podría no ser el mismo que existe en la realidad.

Por ejemplo, un día estaba en una junta de trabajo y vi un montón de luciérnagas volando por toda la habitación.

Pregunta 1: ¿Es esto posible? Respuesta: Es algo inverosímil, pero no imposible.

Pregunta 2: ¿Alguien más está reaccionando ante esa situación o diciendo algo al respecto? Respuesta: ¿No? Entonces doy por sentado que no es algo real hasta obtener pruebas de lo contrario.

También he tenido que establecer un periodo de espera de tres días cada vez que experimento emociones fuertes e inesperadas. Por ejemplo, un día, de repente, me convencí por completo de que mi jefe me odiaba y que se disponía a despedirme.

Prueba: buscar evidencias externas que sustentaran esa idea. Procedimiento: revisé mis mensajes electrónicos y las notas que tomé en las juntas de trabajo, y no encontré nada que hubiera provocado la aversión de mi supervisor.

Y ninguno de mis colegas aportó una verificación independiente de que existieran problemas entre mi jefe y yo. Conclusión: tuve que obligarme a poner mi creencia en segundo plano y revalorar el sentimiento que me embargaba tres días después. Al final del periodo de espera pude reconocer que todo estaba en orden.

El proceso de revisar y volver a revisar lo que ocurre alrededor no es algo que todos los esquizofrénicos sean capaces de hacer, y menos aún mientras sufren accesos agudos. Después de todo, hacemos la prueba de la realidad usando el mismo cerebro defectuoso y la lógica falsa que nos dice, por ejemplo, que una habitación está llena de luciérnagas.

Me distraigo con mucha facilidad

Si se trata de una alucinación leve, uno puede decirse a sí mismo: Probablemente esto no es real. Pero si uno experimenta una psicosis total, tal vez también oiga a las personas en el cuarto murmurando al respecto a sus espaldas.

Imagina cinco televisores encendidos a todo volumen, sintonizados en cinco canales distintos, e intenta seguir el hilo de uno solo de los programas. En un canal, un programa llamado Realidad muestra una situación dramática, y en otro televisor se puede ver una comedia muy divertida.

Ahora, trata de poner atención sólo al drama, teniendo presente que por ningún motivo debes reír o reaccionar ante ninguno de los chistes de la comedia. Esto ejemplifica el esfuerzo que me cuesta poner atención en mis días malos.

En los peores días, me cuesta trabajo comprender y reaccionar ante las personas. Oigo sus palabras, pero no tienen ningún sentido; mi cerebro es incapaz de interpretarlas. Si me siento particularmente sobreexcitado, tan sólo me aíslo y apenas hablo o reacciono ante los demás.

Tomo fármacos antipsicóticos, pero son caros y me aturden. Debido a la medicación, no puedo solucionar problemas complejos con la rapidez con que solía hacerlo, duermo varias horas más al día y he aumentado 22 kilos, a pesar de que me alimento bien y hago más ejercicio.

Soy afortunado de poder compartir la vida con una pareja excepcional, sumamente paciente, que me hace saber cuando me extralimito en mi comportamiento social o en mi aspecto personal. Y, por suerte, poseo una inteligencia y una autoconciencia superiores al promedio.

Esto me ayuda a reconocer que las alucinaciones y los delirios no son reales, así como a determinar cuál sería una reacción apropiada en la mayoría de las circunstancias. Aun así, saber esto no hace que desaparezcan.

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