A lo largo de 500 años, México desarrolló una cultura gastronómica única al fusionar lo mejor de dos culturas, la de los pueblos locales y la de Europa. El resultado final es una rica variedad de platillos de todo tipo, pero una rama, la concerniente a la panadería, ha destacado por su gran variedad, sabor y originalidad. No hay mesa mexicana que esté exenta del tradicional pan dulce mexicano.
El pan, desde la antigüedad, ha sido uno de los principales sustentos del ser humano, mismo que se ha ido modificando conforme la humanidad ha avanzado pero nunca ha perdido importancia en la alimentación humana.
En los hogares mexicanos en 43 por ciento del dinero que se destina a la panificación corresponde al pan dulce, el consentido de los hogares de todos los niveles socioeconómicos a pesar de que es más costoso que el pan blanco, según cifras de la industria del pan.
Aquí te presentamos algunos de los panes de mayor tradición, y también una receta para hacer un pan de naranja.
Tal vez el pan dulce mexicano de mayor tradición. Su nombre proviene de su parecido con un caparacho y suele estar cubierto de azúcar, ya sea con un toque de vainilla o chocolate. Este pan era consumido en la Nueva España por criollos y españoles y fue hasta la Independencia que todo el pueblo tuvo acceso a él.
En algunas partes de México como en Veracruz se preparan las llamadas bombas, que no son otra cosa que una concha rellena de nata o frijoles.
También conocido como Ojo de Buey, éste es una mezcla de dos tipos de panes, al centro un tipo de bísquet y alrededor pan de hojaldre.
Aunque su origen es meramente mexicano, se dice que su creador fue un cocinero chino, quien adaptó un bísquet original de Inglaterra, mismo que llegó a Estados Unidos y que fue adoptado y adaptado por los inmigrantes asiáticos.
Este pan hojaldrado tiene su origen en la panadería francesa, de la cual gustaba el Presidente Porfirio Díaz.
En un principio era exclusivo de las élites porfirianas aunque rápidamente se popularizo y hoy forma parte de los panes de mayor tradición en las mesas mexicanas.
Los nombres que adoptan algunos panes denotan siempre originalidad, destaca así el beso, dos piezas de pan, cubiertos de mantequilla y espolvoreados de azúcar, se mantienen unidos por mermelada de fresa; aunque algunas versiones modernas varían su sabor, desde chabacano hasta moras.
Este pan es una creación reciente, original de una panadería del centro histórico de la Ciudad de México.
Su creación se dio en 1884 y casi de inmediato se popularizó, razón por la cual se puede encontrar en todas las panaderías, aunque claro, el original posee un sabor único e irrepetible.
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