Incluso los padres mejor intencionados pueden llegar a tener expectativas irreales de sus hijos. Al mantenerlas bajo control, podemos criar chicos más felices y sanos.
El impulso de formar niños dotados tiene dos orígenes, dice Lawrence Cohen, psicólogo radicado en Boston, quien ha escrito varios libros sobre la paternidad. El primero es un deseo internalizado de compensar alguna carencia de nuestra juventud. Si sufrías acoso escolar, por ejemplo, tal vez creas que es particularmente importante educar a una persona que sea amable con los demás.
Quizá también nos motive el afán de competir con los vecinos, lo que nos lleva a presionar a nuestros hijos para que adquieran habilidades, como leer o compartir, antes de que hayan alcanzado esa etapa de desarrollo.
Buscar la excelencia en demasiadas áreas puede afectar la habilidad de aprendizaje de tu retoño. Si se esmera lo suficiente para sobresalir en muchos campos —por ejemplo, en la escuela, la natación y las clases de piano—, podría quedarle poco tiempo para relajarse. Pero los descansos son esenciales, sobre todo para los niños, ya que todos aprendemos mejor si le damos al cerebro la oportunidad de reposar, explica Cohen.
El tiempo libre nos permite integrar y digerir la nueva información para poder comprenderla por completo y ponerla en práctica.
Darle a tu hijo la oportunidad de resolver errores le ayudará a tener confianza, afirma Sara Marlowe, trabajadora social radicada en Toronto, cuyo libro reciente, Mi nuevo mejor amigo, enseña a los pequeños a tener autocompasión. “Cuando la ocasión lo permita, dejar que resuelvan problemas les da la seguridad de que son perfectamente capaces de arreglárselas por sí mismos”, explica.
¿Hay otra razón para mantenerse al margen? Un estudio publicado en 2016 por la Universidad Nacional de Singapur descubrió que ayudar a los niños cuando no lo necesitan puede generar un perfeccionismo maladaptativo, es decir, ocasionarles ansiedad por los errores o que sean muy duros consigo mismos por no cubrir las expectativas.
Durante el estudio, les pidieron a los infantes que solucionaran acertijos con un tiempo límite, mientras los padres observaban. Los investigadores identificaron actitudes de autocrítica en aquellos cuyos progenitores interferían con impaciencia, aunque los chicos no mostraran señales de estar batallando. Guiar sutilmente a un niño cuando requería ayuda no tuvo el mismo impacto.
Para superar la tendencia a la perfección, Marlowe aconseja que los padres elogien el esfuerzo en lugar del logro. “En vez de decir ‘Ese dibujo te quedó genial’, di ‘Te esmeraste mucho en eso’”, explica. Es útil establecer estándares claros para el comportamiento y los logros, pero si tu hijo no los alcanza, procura no reaccionar con ira, eso solo provocará que te eviten o mientan para cubrir sus errores.
Marlowe sugiere que es mejor concentrarse en ayudar a los pequeños a determinar qué podrían hacer de otra manera en la próxima ocasión.
Por último, considera qué clase de modelo eres. Los chicos deben ver que sus padres aceptan sus errores, insiste Cohen. Todos nos equivocamos ocasionalmente: decimos algo que no queríamos decir, le alzamos la voz a nuestros seres queridos u olvidamos eventos importantes. Pero estos momentos pueden convertirse en oportunidades de enseñanza.
“Si maldecimos, culpamos a otros o negamos nuestros errores, nuestros retoños harán lo mismo”, dice Cohen. En su lugar, piensa cómo podrías haber actuado de forma distinta para obtener un mejor resultado. Sé amable contigo y muéstrale a tus hijos que lo eres. Eso será una gran preparación para el éxito.
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