Reacción química
La primavera pasada compré unos zapatos de lona de color crema, pero una semana después me molesté mucho al darme cuenta de que tenían unas manchas horribles. Entonces se me ocurrió una brillante idea: quitarlas con espuma para limpiar alfombras. ¡Funcionó! Los zapatos quedaron como nuevos.
Esa misma semana, mientras esperaba yo el autobús, cayó un fuerte aguacero. Al subir y buscar un asiento vacío, noté que la gente me miraba con sonrisas burlonas. Entonces miré abajo y vi que mis zapatos de lona estaban cubiertos por una gruesa capa de espuma.
Bea Wilkinson, Reino Unido
Mientras caía una tormenta, el auto de mi esposa quedó varado en un banco de nieve. Por casualidad su ginecólogo pasaba por allí y vio cómo aceleraba tratando de desatascar las ruedas. Cuando se ofreció a ayudarle, mi mujer no desaprovechó la oportunidad. Le dijo:
—¿Listo, doctor? Cuando cuente yo hasta tres, ¡puje con fuerza!
H. Steinberg, Estados Unidos
La hermana de 44 años de un vecino nuestro estaba embarazada, esperando gemelos. Cuando una sobrina suya le preguntó si sabía el sexo de los bebés, ella respondió:
—No, no lo sé todavía. Quiero que sea una sorpresa.
—Tienes 44 años y estás esperando gemelos —respondió la sobrina—. ¿Qué otra sorpresa te gustaría tener en la vida? Jim Grant, Estados Unidos
Dos de nuestros hijos estaban peleando en su cuarto. Apenas oí el alboroto, entré corriendo a separarlos, y alcancé a ver unos anteojos rotos en el piso.
—¡No era mi intención hacerlo! —alegó el culpable—. ¡Sólo quería romperle la cara a mi hermano!
Ruth Groome, Reino Unido
Casi todos los domingos vamos a oír misa. En cierta ocasión le preguntamos a mi abuela, que estaba de visita en nuestra casa, si quería acompañarnos, y aunque ella no es cristiana, aceptó ir.
En el momento de la colecta pareció animarse un poco. Con un tono de voz muy alto, me dijo:
—¡Bueno, ya pagamos! ¿Podemos irnos a casa?
Deena Colworth, Reino Unido
Una mañana muy nublada bajé las escaleras y empecé a charlar en la penumbra con nuestra gata, Mimí, que solía echarse en una silla junto al teléfono del pasillo. Me sorprendió mucho su falta de reacción a mis saludos, así que, algo confundido, finalmente encendí la luz… Entonces me di cuenta de que le había estado hablando al bolso negro de mi esposa.
Philip Carroll, Reino Unido
Cierta vez mi esposo y yo viajábamos en tren por Escocia cuando de repente nos detuvimos. Momentos después, el conductor anunció el motivo por los altavoces: había unas vacas sobre las vías. El tren estuvo parado unos 15 minutos, y luego empezó a moverse otra vez.
No pasaron ni 10 minutos cuando el tren volvió a hacer alto total. Muy pronto oímos al conductor dar una explicación por los altavoces:
—Señores pasajeros, nos disculpamos una vez más por la demora en su viaje, pero mucho me temo que ya les dimos alcance a las vacas.
Paula Henstock, Reino Unido
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