¿Alguna vez has sentido que hay algo que te impide sentir felicidad completa en tu vida? ¿Sientes que hay una parte de ti que te limita y no te permite ser quien realmente eres? Puede que necesites reconciliarte con tu niño interior.
Tu niño interior es esa parte de ti que alberga tus emociones, recuerdos y experiencias de la infancia. Es la parte de ti que te hace único y especial. Sin embargo, a medida que creces y enfrentas las presiones de la vida adulta, terminas por desconectarte de esta parte de ti.
Cuando esto sucede, puedes sentirte perdido, triste e incompleto. Pero no todo está perdido. Reconciliarte con tu niño interior es un proceso de curación que puede ayudarte a recuperar tu felicidad y plenitud.
“Los hombres no dejan de jugar por que envejecen; envejecen por que dejan de jugar”.Oliver Wedell Holmes Jr
Para reconciliarte con tu niño interior, necesitas ser honesto contigo mismo sobre tus emociones y necesidades. Permítete conectarte con tus recuerdos de la infancia y habla con tu niño interior para entender tus necesidades, emociones y no olvides honrarlo.
Ver a los niños jugar es una de las cosas más bonitas que hay, porque en ese momento no existe nada más, toda su energía se concentra ahí. Si sueles preocuparte constantemente por lo que pasará mañana o dedicas muchos pensamientos a lamentar lo que hiciste en el pasado, consiente a tu niño interior al permitirte gozar del aquí y el ahora.
Cuando eres pequeño, todo es un gran hallazgo y experimentas la realidad con total intensidad porque es nueva. Pero luego creces y de pronto asumes que ya no hay nada por descubrir. Es entonces cuando vale la pena recordar aquella frase de Heráclito que afirma: “Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río”. Es decir, todo cambia: tú y el río. Abre tu mirada de niño y permite que la vida te sorprenda incluso en lo más sencillo y rutinario.
Si te creíste esa historia de que ser adulto es ponerse serio, déjala a un lado y saca a jugar a tu niño interior. Mueve tu cuerpo, descubre sus capacidades y rompe los límites que le has impuesto con el paso de los años. Baila como si no tuvieras que quedar bien con nadie y ríete hasta las lágrimas siempre que algo te provoque.
Lo cierto es que no hay nada más saludable que dejar que tu niño interior sea espontáneo. No lo reprimas, la edad adulta también necesita de vez en cuando sacar esa parte divertida.
Para terminar, como decía Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El principito: “Todos los adultos han sido niños, pero pocos lo recuerdan”.
Y ahora dinos ¿cuál es el recuerdo más feliz de tu infancia?
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